• hace 8 años
Cien mil miembros de las fuerzas del orden movilizados, cámaras en cada esquina, puertas electrónicas para controlar a la muchedumbre y evitar que los peregrinos se agolpen… Las medidas de seguridad son extremas en Mina, a las afueras de la ciudad santa de la Meca, donde el año pasado unas 2300 personas perecieron en una aterradora estampida durante el rito de la “lapidación del diablo”, momento culminante de la peregrinación anual.

Omar al Naggar, un peregrino egipcio, dice que “este año, gracias a Dios, todo transcurre en calma. El personal de seguridad controla a la gente en las entradas y salidas y no permite a nadie dormir en la calle. Todo está muy bien organizado”. “No tengo miedo de que se produzca una estampida, ni de la muerte- añade una mujer-. Estamos en manos de Dios. Vivimos o morimos porque Dios quiere. Que ocurra lo que tenga que ocurrir. No tememos la muerte. Dios da la vida a los que no temen la muerte”.

El año pasado, las autoridades saudíes responsabilizaron de la tragedia a los peregrinos iraníes, que marchaban en sentido contrario. El resultado es que este año decenas de miles de peregrinos chiíes de Irán no han podido acudir a la Meca por falta de acuerdo entre los gobiernos de ambos países.

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