La misión ExoMars 2016 despega siete meses en Baikonur, con el lanzamiento de la sonda ruso-europea TGO y del módulo Schiaparelli, a bordo de un cohete ruso Protón. Su objetivo, aterrizar en Marte y averiguar si hay vida en el planeta rojo.
Tras un viaje de 500 millones de kilómetros los dos módulos se separaron el domingo.
El Orbitador de Gases Traza se mantiene en órbita para cartografiar las fuentes de metano atmosférico y otros gases en Marte con el objetivo de resolver el misterio sobre la presencia de metano y su relación con una posible actividad biológica.
“El hecho de ir allí con nuestra sonda nos permitirá medir los gases desde su fuente, ver los cambios que tienen según las diferentes estaciones. Esperamos poder detectar desde la superficie de dónde vienen para poder decir si el gas nace de un simple fenómeno geológico, de la roca modificada por el agua bajo la superficie, o algo más excitante, si viene de alguna forma de vida”, decía Mark McCaughrean, de la Agencia Espacial Europea.
La función principal del módulo Schiaparelli es probar la tecnología europea de descenso y aterrizaje en Marte.
Al entrar en su atmósfera, un escudo térmico lo frena. Es entonces cuando se abre el paracaídas supersónico, se suelta el escudo frontal y se enciende el radar.
Tras deshacerse del paracaídas, nueve retro-cohetes toman el relevo y se apagan al acercarse a la superficie. Una estructura deformable amortigua el golpe.
Hasta ahora, solos los estadounidenses han conseguido posar en Marte aparatos que funcionan como el robot Opportunity en 2004 y que todavía trabaja o el Curiosity, que lleva desde 2012 en el planeta rojo. Los dos siguen buscando elementos, como el agua, que permitan descubrir si algún día hubo vida en Marte.
En 2020, Europa y Rusia enviarán un gran “rover” que se beneficiará de los avances tecnológicos de Schiaparelli. Realizará perforaciones para intentar detectar indicios de vida bacteriana.
Tras un viaje de 500 millones de kilómetros los dos módulos se separaron el domingo.
El Orbitador de Gases Traza se mantiene en órbita para cartografiar las fuentes de metano atmosférico y otros gases en Marte con el objetivo de resolver el misterio sobre la presencia de metano y su relación con una posible actividad biológica.
“El hecho de ir allí con nuestra sonda nos permitirá medir los gases desde su fuente, ver los cambios que tienen según las diferentes estaciones. Esperamos poder detectar desde la superficie de dónde vienen para poder decir si el gas nace de un simple fenómeno geológico, de la roca modificada por el agua bajo la superficie, o algo más excitante, si viene de alguna forma de vida”, decía Mark McCaughrean, de la Agencia Espacial Europea.
La función principal del módulo Schiaparelli es probar la tecnología europea de descenso y aterrizaje en Marte.
Al entrar en su atmósfera, un escudo térmico lo frena. Es entonces cuando se abre el paracaídas supersónico, se suelta el escudo frontal y se enciende el radar.
Tras deshacerse del paracaídas, nueve retro-cohetes toman el relevo y se apagan al acercarse a la superficie. Una estructura deformable amortigua el golpe.
Hasta ahora, solos los estadounidenses han conseguido posar en Marte aparatos que funcionan como el robot Opportunity en 2004 y que todavía trabaja o el Curiosity, que lleva desde 2012 en el planeta rojo. Los dos siguen buscando elementos, como el agua, que permitan descubrir si algún día hubo vida en Marte.
En 2020, Europa y Rusia enviarán un gran “rover” que se beneficiará de los avances tecnológicos de Schiaparelli. Realizará perforaciones para intentar detectar indicios de vida bacteriana.
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