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Madrid, 18 nov (efesalud.com). El general médico, Manuel José Guiote Linares, jefe de la BRISAN del Ejército de Tierra, destaca en este videoblog "el papel heroico y el ingenio innovador que demostraron los médicos militares españoles, tanto en el bando republicano como en el bando nacional, al evitar miles y miles de muertes durante la Guerra Civil", un conflicto fratricida que desangró el país entre el 18 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939.

La cifra de víctimas mortales (soldados, milicianos, brigadistas o civiles), se sitúa entre 165.000 y 600.000 -no hay unanimidad entre historiadores-, ya fuera en combate o por bombardeos, asesinatos o ejecuciones durante y después de la contienda. El número de heridos se aproximó a los quinientos mil.

La Guerra Civil Española fue el primer enfrentamiento armado de las dos ideologías predominantes en el siglo XX: comunismo y fascismo.

"En ese contexto histórico nos encontramos a un personal médico militar bien formado técnica y científicamente, debido en gran parte a su experiencia en la Guerra de Marruecos y a la neutralidad española durante la I Guerra Mundial. Nuestros médicos desbordaban imaginación, pero no contaban con todos los medios humanos y materiales necesarios; un hecho del que solemos acordarnos cuando truena Santa Bárbara", dice el general Guiote.

Al comienzo de las hostilidades, el bando nacional, que intentaba derrocar por las armas el Gobierno legítimo que presidía Santiago Casares, y por tanto deponer al Presidente de la República, Manuel Azaña, "disponía de una buena infraestructura sanitaria; a diferencia del bando republicano, que adolecía del suficiente personal con experiencia en el ámbito militar", indica.

"Estas carencias formativas y organizativas -añade-, y dado que el número de bajas aumentaba sin parar en cada batalla, en muchos casos por desconocimiento técnico, obligaron a sus mandos a constituir en 1938 una Escuela de Sanidad de Guerra".

Desde el punto de vista quirúrgico, clave para acortar los plazos de curación, "ambos bandos se distinguieron por intentar cualquier estrategia salvadora de la vida, objetivo que consiguieron en un gran número de ocasiones; hechos que les dieron un grandísimo prestigio internacional", subraya.

Las fuerzas republicanas disponían de médicos y camilleros en vanguardia para atender a los soldados. Distribuían a los heridos según su gravedad, incluso para devolverles al combate si sus heridas no eran de consideración. Además, usaban camiones con quirófanos, los "Autochirs".

"En estos quirófanos móviles, con aceptables condiciones de asepsia, se curaban a los heridos más graves para luego evacuarlos a los trenes hospital o centros sanitarios más próximos, donde recibían una atención quirúrgica altamente especializada", resalta.

Las fuerzas nacionales, además de los equipos quirúrgicos de retaguardia, incrustaban un médico, un practicante y un sanitario entre los soldados de primera línea.

"Su misión era controlar hemorragias, ligar vasos sanguíneos y liberar vías aéreas con el fin de evitar la muerte casi segura de los heridos. Redujeron la mortalidad significativamente, sobre todo en la batalla del Jarama", cuenta el general Guiote.

El impulsor de esta estrategia fue el comandante médico Mariano Fernández Zúmel, quien luego sería jefe de cirujanos taurinos.

La Guerra Civil Española, donde murieron alrededor de 136.000 combatientes en operaciones, trajo consigo grandes avances médicos protagonizados por militares de ambos bandos.

La transfusión de sangre junto a las trincheras y el desarrollo exitoso de la cura oclusiva, a la española, técnica cicatrizante de los desgarros músculo esqueléticos, se logran en zona republicana.

"El doctor Frederic Duran i Julia fue el primero en trasladar la sangre hasta el campo de batalla en condiciones óptimas. Lo hacía en camiones refrigerados que se habían utilizado para el transporte de pescado. Estas transfusiones lograron salvar millares de vidas".

En el campo de la traumatología destacó el cirujano militar Josep Trueta i Raspall, el único profesor de Medicina que ha trabajado en la Universidad de Oxford.

"Perfeccionó la cura oclusiva, que reveló toda su bondad sanadora cuando las tropas republicanas se retiraban hacia la frontera francesa. Marchaban con gran cantidad de heridos y solo resultaron muertos tres de los más de 1.500 soldados postrados por las balas o la metralla".

En zona nacional sobresalieron médicos y cirujanos militares como Gómez Ulla, Bastos Ansart o el comandante Carlos Elósegui Sarasola, creador de la especialidad de la hemoterapia en pleno conflicto bélico.

Todos estos avances médicos se aplicaron y se mejoraron durante la II Guerra Mundial.

"Son claros ejemplos de la valentía, del conocimiento, de la imaginación o de la innovación de los médicos militares españoles, quienes consiguieron salvar muchísimas vidas; y por ello merecen nuestro más leal y sincero reconocimiento", concluye el general médico Guiote.

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