El pecado original, también llamado pecado ancestral, es la doctrina cristiana de la mancha de la humanidad por el pecado como consecuencia de la caída del hombre, originada por la rebeldía de Adán en el Jardín del Edén. Esta condición se ha caracterizado de muchos modos, desde algo tan insignificante como una leve deficiencia o la tendencia hacia el pecado aunque sin la culpa colectiva, referida como una "naturaleza pecadora", a algo tan drástico como la depravación total o la culpa automática de todos los humanos a través de la culpa colectiva. El concepto del pecado original fue originalmente concebido en el siglo segundo por Ireneo, obispo de Lyon, en su controversia con algunos gnósticos dualistas. Otros padres eclesiásticos como Agustín de Hipona (354-430) también desarrollaron la doctrina, quienes la justificaron en las enseñanzas de Pablo de Tarso (Romanos 5:12–21 y 1 Corintios 15:22) y en el versículo Salmos 51:5. Tertuliano, Cipriano, Ambrosio y Ambrosiaster consideraron que la humanidad comparte el pecado de Adán, trasmitido de generación en generación. Interpretación particular hicieron Martín Lutero y Juan Calvino, quien lo identificó con la concupiscencia. Dentro del catolicismo romano, el movimiento jansenista, a quien la Iglesia declaró herética, también mantuvo que el pecado original destruyó el libre albedrío. Por otro lado, algunos protestantes modernos niegan que la doctrina tenga sustento bíblico
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