• hace 7 años
En el punto cero entre Irán e Irak, al oeste del país, aún se pueden narrar gestas heroicas. Cada paso, cada metro ganado multiplica el riesgo.

Retumba en los oídos la alarma de una mina o un artefacto explosivo enterrado. Mantiene la mirada fija en un punto.

Estamos en el distrito de Sumar, a casi 15 kilómetros del distrito iraquí de Mandali, uno de los lugares en el que tres décadas después del fin de la guerra impuesta por el régimen iraquí a Irán, en la década de los 80, aún se perciben sus consecuencias, sin embargo, para su gente todavía no ha entrado en vigor el alto el fuego y siguen produciéndose víctimas.

Sólo puede pensar en hacer bien su trabajo, en nada más. No puede ni debe temblarle el pulso porque es su vida la que está en juego. Le resulta difícil la concentración bajo una temperatura de 50 grados centígrados y el estrés por estar frente a una trampa explosiva. Ya se suma otra bandera azul al vasto campo limpio de minas.

Este es el lugar donde se almacenan las minas desactivadas para detonarlas en condiciones seguras. Como es muy peligroso, nos alejamos de este lugar y encontramos un refugio para ver cómo harán estallar estas minas que han desactivado en estas zonas.

Los expertos hablan de entre 16 y 20 millones de minas colocadas en las fronteras de Irán durante la guerra de 1980 a 1988. Se han identificado más de 30 modelos en territorio de Irán, de origen estadounidense, europeo y ruso.

Para volver a caminar sin miedo por estas tierras, la limpieza se realiza en varias fases. Mediante medios mecanizados se detectan los artefactos explosivos restantes en las profundidades de la tierra.

Por cada árbol cultivado en este campo en la ciudad de Qasre Shirin de Kermanshah, se habían desactivado hasta 10 minas y explosivos. Fue un arduo trabajo ya que se debían identificar y desactivar 160 estilos distintos de sembrado de minas en estas tierras. No obstante, hoy se ha convertido en un centro industrial importante del país siendo una zona destacada para promover el comercio internacional.

De las cuatro millones doscientas mil hectáreas sembradas de minas ya quedan 14 mil por limpiar. Estas afectaron a Azerbaiyán occidental, Kurdistán, Kermanshah, Ilam y Juzestán. Aún se desconoce el número exacto de artefactos explosivos desactivados, no obstante, en los últimos 10 años se han registrado unos dos millones y medio.

Cada año, las minas terrestres matan hasta unas 20 mil personas, la mayoría de ellas niños, mujeres y ancianos, y mutilan gravemente a otras tantas. Lo que pone de relieve la importancia de una cooperación internacional para salvar vidas humanas en 78 países donde vemos un continuo recordatorio de conflictos que finalizaron hace años, o incluso décadas.

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