Las causas del aumento de los precios de los alimentos son múltiples: el precio del petróleo, las políticas de subsidios y mandatos para la producción y consumo de biocombustibles, un comercio disfuncional, las bajas reservas mundiales, la especulación en los mercados de futuros y derivados de materia prima agrícola. También las consecuencias del cambio climático, la pérdida de cosechas, las sequías e inundaciones, sumadas a una mala gestión y anticipación por gobiernos y donantes han llevado a situaciones extremas, como en el Cuerno de África o, en menor medida, en el Sahel.
Las repercusiones a escala mundial y más especialmente para las personas con menos recursos, que dedican hasta 80% de sus ingresos a la alimentación, son gravísimas.
La prioridad máxima de los gobiernos debe ser abordar el hambre y reducir la vulnerabilidad –creando empleo e invirtiendo en adaptación al clima, reducción del riesgo de desastres y protección social. La gobernanza internacional –del comercio, de la ayuda alimentaria, de los mercados financieros y de la financiación del clima- debe transformarse para reducir el riesgo de impactos futuros y responder de forma más eficaz cuando éstos ocurran.
Las repercusiones a escala mundial y más especialmente para las personas con menos recursos, que dedican hasta 80% de sus ingresos a la alimentación, son gravísimas.
La prioridad máxima de los gobiernos debe ser abordar el hambre y reducir la vulnerabilidad –creando empleo e invirtiendo en adaptación al clima, reducción del riesgo de desastres y protección social. La gobernanza internacional –del comercio, de la ayuda alimentaria, de los mercados financieros y de la financiación del clima- debe transformarse para reducir el riesgo de impactos futuros y responder de forma más eficaz cuando éstos ocurran.
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