Sólo una semana después de que la policía desmantelara dos redes mafiosas que traficaban con jóvenes rumanas, el club de La Junquera ha vuelto a abrirse. Las más de 200 chicas también han regresado al trabajo pese a que eran tratadas como esclavas. Éste hombre era el presunto cabecilla de la red de proxenetas. Las aleccionaban con palizas y violaciones como forma de entrenamiento antes de prestar sus servicios sexuales. Así las convertía en sumisas. Según Jose Antonio Nin, portavoz de la policía nacional, ninguna de las jóvenes se ha acogido al programa de protección policial por miedo a que haya represalias con ellas o con sus familias. Las chicas estaban sometidas a un férreo control: fichaban con un escáner antes de cada servicio, eran vigiladas las 24 horas con videocámaras y tenían que pagar los gastos de luz, jabón, preservativos o papel higiénico.
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