A hombros de un silencio sobrecogedor, Víctor Romero y Víctor Caballero salen del ayuntamiento donde toda la noche han sido velados. Suena una marcha, como el ánimo, fúnebre, y arropados por un pueblo entero completan el camino hasta la excolegiata de Santa María la Mayor, una iglesia en la que este sábado no ha cabido ni un alfiler de dolor. Les sale a recibir el himno de España. Dentro les esperan compañeros de la comandancia de Alcañiz, Policía Nacional, local, Mossos, gendarmes franceses, alumnos de la academia general militar y centenares de vecinos que hasta ayer compartían con ellos una sencilla vida de pueblo. En la ceremonia se les ha impuesto a título póstumo, la Cruz al Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo. Y así ha sido en un Alcañiz al que la tristeza, desde ayer, ha encogido el vocabulario.
-Redacción-
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