El embalse de Mediano, en Huesca, era un lugar de ensueño que debe su nombre al pequeño pueblo, Aínsa, que quedó ahogado con la construcción del pantano en los años 70. Nadar entre las ruinas de su iglesia o adentrarse en piragua bajo la cúpula del campanario eran imágenes idílicas el año pasado. Ahora, el agua apenas se vislumbra detrás de la iglesia, porque el embalse sigue teniendo agua, pero está al 20 por ciento de su capacidad. Y la situación es similar en el resto de España. La cantidad de agua embalsada está veinte puntos por debajo de la media de los últimos cinco años en estas fechas.
-Redacción-
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