Con un lanzamiento certero del arquero Antonio Rebollo, Barcelona se convertía hace 25 años en la capital del mundo. Ejemplo de modernidad y concordia, la ciudad condal contaba con 60.000 voluntarios llegados desde todos los rincones de España para hacer más fácil y agradable la estancia a deportistas y visitantes. Toda España se volcó con unos Juegos Olímpícos que hizo suyos. Y Barcelona y sus gobernantes procuraron que el histórico acontecimiento también fuera de todos los españoles. El entonces príncipe de Asturias, ahora rey de España, ejercía de abanderado entre los aplausos del público. El mismo público que desde las gradas saludaba a los espectadores de Barcelona, de España y del resto del planeta. El mismo público que recibía con aplausos a los reyes de España y escuchaba con respeto el himno catalán. Con el mismo respeto que también escuchaban el himno de España. Un país que aquel verano del 92 reclamaba su espacio internacional con muestras de concordia y modernidad, hasta entonces inimaginables. La Exposición Universal de Sevilla, la capitalidad cultural europea de Madrid y esos Juegos Olímpicos de Barcelona, hicieron soñar aquel verano del 92 que otra España era posible.
-Redacción-
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