• hace 5 años
Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval, es más bello vivir cantando. Con el final de febrero el mundo se maquilla las penas de purpurina. Por eso Río de Janeiro se entrega a la samba como la anestesia perfecta para una ciudad enferma de crisis, corrupción y protestas, que ya ni recuerda sus dorados Juegos Olímpicos. Una alegría y una emoción que un millón de turistas tratará de encontrar con 1.000 millones de dólares en el bolsillo. Así que estos días en los que disfrazándose de otro se logra ser más uno mismo triunfa en el globo cierto flequillo oxigenado. Desde la fría Alemania al literalmente caliente, México. También aquí en nuestro país el carnaval se toca con el instrumento de percusión de la ironía. En el planeta carnaval deslumbra el más brasileño de todos nuestros, el canario, también desde las calles de Tenerife en las que se mama la fiesta a la reina de Las Palmas de Gran Canaria. La emoción aquí  desborda las únicas lágrimas permitidas estos días, las lágrimas de felicidad.
-Redacción-

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