Ella es Dana. Puede que su historia resulte rara para muchos de ustedes, y… lo es. Pero esto es lo que le ocurrió.
Su papá es un poco mayor que su mamá, ahora tiene más de cuarenta. Se llama Fred, y es una de las personas más interesantes que Dana ha conocido. Es un niño de los 80, como le gusta decir, y de pequeño se enamoró de la ciencia ficción; era la mejor época para enamorarse de ella. Todo comenzó cuando miró su primera película de “Star Wars” a los cinco. A partir de ahí, su amor creció y creció. “Terminator”, “Blade Runner”, “Alien” y, por supuesto, “E.T.”.
Halló un viejo receptor de radio en su garaje y pasaba la mitad de su tiempo libre intentando captar señales alienígenas. Tenía un amigo llamado Mike que también amaba la ciencia ficción. Y casi siempre podías verlos juntos.
Para su papá no era un simple juego, como ocurre con la mayoría de los niños. Él realmente creía que había algo.
Una noche ocurrió algo increíble. Su papá tenía trece por aquel entonces, así que sería cerca de 1989. Estaba en su cuarto, jugando con las señales de radio, sin captar ningún mensaje extraterrestre, como siempre. De pronto, una luz tan intensa entró por su ventana, tan intensa que parecía de día. Su padre vio un rayo luminoso que provenía del cielo.
No podía creerlo. Bajó por las escaleras a toda velocidad y salió al jardín. ¡Una vez afuera, encontró un enorme platillo volador sobrevolando la casa! Proyectaba una enorme luz que apuntaba directamente a él. Se quedó mirando la nave espacial, lleno de asombro, aunque quizá no tan asombrado como cualquier persona corriente porque, bueno… él siempre supo que la verdad estaba ahí fuera.
Unos treinta segundos después, el platillo desapareció y nunca regresó. Al parecer habían registrado todo lo que necesitaban.
El papá de Dana continuó contando la historia a las personas lo suficientemente cercanas como para oírla, amigos íntimos o novias, pero siempre recibía la misma reacción: “Está bieeeen…”. Todos creían que estaba loco.
La primera persona que le creyó fue la mamá de Dana. Eso es el amor verdadero. De hecho, se casaron pocos meses después de haberse conocido. Han pasado muchos años, y Dana no conoce ninguna pareja que se ame tanto como ellos.
Luego nació la segunda persona que creyó la historia del platillo volador… es decir, Dana. Su papá no ha cambiado mucho desde entonces. Consiguió un trabajo y todo eso, pero sigue siendo el mismo niño de los 80 obsesionado con la ciencia ficción. A lo largo de los años, le contagió esa pasión a su esposa; es difícil evitarlo, deberías ver lo convincente que puede ser su padre.
Y, por supuesto, esas cosas le encantaban de pequeña. Aún le gustan. Es más divertido tener padres como los suyos que tener esos padres llamados “normales”, por no decir escépticos o aburridos. Dana sigue disfrutando de sentarse a ver “Star Wars” (la trilogía ori
Su papá es un poco mayor que su mamá, ahora tiene más de cuarenta. Se llama Fred, y es una de las personas más interesantes que Dana ha conocido. Es un niño de los 80, como le gusta decir, y de pequeño se enamoró de la ciencia ficción; era la mejor época para enamorarse de ella. Todo comenzó cuando miró su primera película de “Star Wars” a los cinco. A partir de ahí, su amor creció y creció. “Terminator”, “Blade Runner”, “Alien” y, por supuesto, “E.T.”.
Halló un viejo receptor de radio en su garaje y pasaba la mitad de su tiempo libre intentando captar señales alienígenas. Tenía un amigo llamado Mike que también amaba la ciencia ficción. Y casi siempre podías verlos juntos.
Para su papá no era un simple juego, como ocurre con la mayoría de los niños. Él realmente creía que había algo.
Una noche ocurrió algo increíble. Su papá tenía trece por aquel entonces, así que sería cerca de 1989. Estaba en su cuarto, jugando con las señales de radio, sin captar ningún mensaje extraterrestre, como siempre. De pronto, una luz tan intensa entró por su ventana, tan intensa que parecía de día. Su padre vio un rayo luminoso que provenía del cielo.
No podía creerlo. Bajó por las escaleras a toda velocidad y salió al jardín. ¡Una vez afuera, encontró un enorme platillo volador sobrevolando la casa! Proyectaba una enorme luz que apuntaba directamente a él. Se quedó mirando la nave espacial, lleno de asombro, aunque quizá no tan asombrado como cualquier persona corriente porque, bueno… él siempre supo que la verdad estaba ahí fuera.
Unos treinta segundos después, el platillo desapareció y nunca regresó. Al parecer habían registrado todo lo que necesitaban.
El papá de Dana continuó contando la historia a las personas lo suficientemente cercanas como para oírla, amigos íntimos o novias, pero siempre recibía la misma reacción: “Está bieeeen…”. Todos creían que estaba loco.
La primera persona que le creyó fue la mamá de Dana. Eso es el amor verdadero. De hecho, se casaron pocos meses después de haberse conocido. Han pasado muchos años, y Dana no conoce ninguna pareja que se ame tanto como ellos.
Luego nació la segunda persona que creyó la historia del platillo volador… es decir, Dana. Su papá no ha cambiado mucho desde entonces. Consiguió un trabajo y todo eso, pero sigue siendo el mismo niño de los 80 obsesionado con la ciencia ficción. A lo largo de los años, le contagió esa pasión a su esposa; es difícil evitarlo, deberías ver lo convincente que puede ser su padre.
Y, por supuesto, esas cosas le encantaban de pequeña. Aún le gustan. Es más divertido tener padres como los suyos que tener esos padres llamados “normales”, por no decir escépticos o aburridos. Dana sigue disfrutando de sentarse a ver “Star Wars” (la trilogía ori
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