Si el ajedrez fuera sólo táctica, Frank Marshall habría sido probablemente campeón del mundo. Nos dejó varias joyas inmortales, y esta es la más inolvidable de todas.
La quincuagésima entrega de esta colección es algo muy especial porque contiene la que para muchos es la jugada más bella de la historia. La hizo el estadounidense Frank Marshall, uno de los mejores ajedrecistas del mundo en los primeros años del siglo XX, frente al ruso Stepan Levitsky.
Si el ajedrez fuera solo táctica, Marshall habría sido probablemente campeón del mundo. Nos dejó varias joyas inmortales, y la que jugó en Breslavia, en 1912, es la más inolvidable de todas. Una parte de la historia de esta partida cuenta que, tras la victoria del estadounidense, los espectadores estallaron en aplausos y comenzaron a lanzar monedas de oro al tablero. La otra es la que cuenta el propio jugador en una autobiografía, según la cual fue la organización la que le premió con un saco de ellas. Sensaciones fuertes.
La quincuagésima entrega de esta colección es algo muy especial porque contiene la que para muchos es la jugada más bella de la historia. La hizo el estadounidense Frank Marshall, uno de los mejores ajedrecistas del mundo en los primeros años del siglo XX, frente al ruso Stepan Levitsky.
Si el ajedrez fuera solo táctica, Marshall habría sido probablemente campeón del mundo. Nos dejó varias joyas inmortales, y la que jugó en Breslavia, en 1912, es la más inolvidable de todas. Una parte de la historia de esta partida cuenta que, tras la victoria del estadounidense, los espectadores estallaron en aplausos y comenzaron a lanzar monedas de oro al tablero. La otra es la que cuenta el propio jugador en una autobiografía, según la cual fue la organización la que le premió con un saco de ellas. Sensaciones fuertes.
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