En Afganistán, como subrayamos en el titular de ‘La Segunda Dosis’ de hoy, no han fallado los militares, porque los de uniforme -casi siempre- se limitan a cumplir a rajatabla, con valor y enorme sacrificio lo que se les ordena.
Con disciplina y a veces, también, con vergüenza, como les pasó a nuestras tropas en Irak, en 2004, cuando el inefable Zapatero las forzó a retirarse de sopetón y a la carrera, dejando expuestos a nuestros aliados.
Los que la han pifiado en Afganistán son los políticos, empezando por el presidente de EEUU y acabando por la canciller alemana, y en un segundo nivel todos esos cretinos de lo políticamente correcto, la Alianza de Civilizaciones y el multiculturalismo, que se las pintan solos para lanzar discursos grandilocuentes sobre el género, el sexo, lo trans y el lenguaje inclusivo, pero a la hora de la verdad se muestran impotentes cuanto unos facinerosos islamistas con barba y turbante imponen, fusil kalashnikov en mano, un régimen opresivo, desquiciado, medieval y contrario a todos los principios de una cultura y una civilización como la nuestra.
Lo de los progres -españoles en particular y occidentales en general- se ha quedado en lo que realmente es: un juego de cretinos, sectarios y cursis que, como mucho, están dispuestos a difundir un hashtag o a subir a Twitter un post ridículo.
La acongojante caída de Kabul en manos de los talibán e
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