• hace 2 años
La 1:19 de la tarde del 25 de enero de 1999 marcó un antes y un después para el Eje Cafetero y especialmente para el Quindío, el más afectado en el terremoto de 6,2º que dejó más de 1.100 muertos, más de 8.500 heridos y cerca de 600 desaparecidos.

Una réplica de 5,4º, a las 5:40 de ese mismo día, incrementó el número de víctimas que intentaban rescatar a otras personas o remover bienes de edificaciones que terminaron por colapsar.

La atención de la emergencia fue caótica. Las vías a los municipios presentaban derrumbes, muchos hospitales se vieron afectados en sus estructuras y las comunicaciones colapsaron. En Armenia, el Cuartel de Bomberos y la estación de Policía se desplomaron, al igual que la oficina de Medicina Legal y la Defensa Civil.

El ambiente se confundía entre una tragedia natural y una de guerra, pues el Quindío y su capital, principalmente, fueron militarizadas debido a la fuga de presos y la llegada de vándalos de otras ciudades.

Hoy la región cafetera es ejemplo de pujanza y resiliencia con su reconstrucción, progreso hotelero y turístico. Sin embargo, enfrenta graves secuelas pos terremoto como la falta de oportunidades laborales en ciudades como Armenia, altos índices de drogadicción y suicidio, además de corrupción y desigualdad social.

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