Desvalidos frente a un tipo como Pedro Sánchez, decidido a asaltar todas las instituciones, muchos se agarran a la idea de que los jueces son el último valladar de la democracia.
Tengo mi tesis al respecto, pero antes de explicarla quisiera subrayar el fracaso estrepitoso del periodismo español como contrapeso y control del Gobierno, y que la Iglesia se postra frente al sátrapa de La Moncloa, por miedo y complejo de culpa.
Lo de los obispos clama al cielo, porque tras sintonizar con ETA en el pasado y hacerlo con los golpistas catalanes, se han terminado apuntando, conducidos por el papa Bergoglio, a la versión roja de la ‘Memoria Histórica’.
Por lo que respecta al Ejército y la Policía, su propia naturaleza les obliga a ser ‘neutrales’ y permanecer, cómo se dice en rugby, ‘au-dessus de la mêlée’: por encima de la refriega.
Sin un Cuarto Poder, digno de ese nombre, porque los medios de comunicación están comprados o alquilados por el Gobierno PSOE-Podemos, con los supuestos intelectuales, artistas, actores y enseñantes en posición genuflexa, es natural que la vista se vuelva hacia los jueces.
Y ahí debo decirles que la Justicia en España tiene mucho de lotería.
Fíjense en lo chocante que resulta el que las dos preguntas que se formulan cuanto te enfrentas a los tribunales sean casi idénticas a las que se plantea el personal ante el Sorteo de Navidad.
La primera es: ‘¿Quien te ha tocado?’, porque el juez que te corresponde es determinante. La segunda es ‘¿qué te ha salido?’, porque no basta tener razón. Te la tienen que dar y en ocasiones la sentencia va escasa de sentido común.
He visto con estupor como nos condenaban por llamar ‘gilipollas’ a Pablo Iglesias los mismos jueces que entendían que era ‘libertad de expresión’ que la podemita Ione Belarra, ministra de Sánchez, los etiquetase de ’prevaricadores’.
O que el Tribunal Supremo considerase punible y sancionable con multa, que calificásemos de ‘terrorista’ al abogado Gonzalo Boyé, a quien la Audiencia mandó 14 años a prisión, por participar en el secuestro de Emiliano Revilla, en comandita con los terroristas de ETA.
Para concluir, la pregunta del millón:
‘Si usted acabase ante los tribunales, ¿con quién preferiría lidiar: con un fiscal y un magistrado que llevan en la frente la pegatina de un partido, o con dos profesionales conocidos por su saber y no por sus simpatías ideológicas?’
Seguro que con los segundos, pero no lo va a tener fácil en la España de Sánchez.
No sé si saben que el sustituto de la Fiscal General Dolores Delgado, la de las comilonas con el comisario Villarejo y el ’Marlaska es maricón’, es un tal Álvaro García.
Y al igual que la novia del prevaricador Garzón, el tal Garcia, es un sectario progre, afiliado al PSOE desde que tenía dientes de leche.
Tengo mi tesis al respecto, pero antes de explicarla quisiera subrayar el fracaso estrepitoso del periodismo español como contrapeso y control del Gobierno, y que la Iglesia se postra frente al sátrapa de La Moncloa, por miedo y complejo de culpa.
Lo de los obispos clama al cielo, porque tras sintonizar con ETA en el pasado y hacerlo con los golpistas catalanes, se han terminado apuntando, conducidos por el papa Bergoglio, a la versión roja de la ‘Memoria Histórica’.
Por lo que respecta al Ejército y la Policía, su propia naturaleza les obliga a ser ‘neutrales’ y permanecer, cómo se dice en rugby, ‘au-dessus de la mêlée’: por encima de la refriega.
Sin un Cuarto Poder, digno de ese nombre, porque los medios de comunicación están comprados o alquilados por el Gobierno PSOE-Podemos, con los supuestos intelectuales, artistas, actores y enseñantes en posición genuflexa, es natural que la vista se vuelva hacia los jueces.
Y ahí debo decirles que la Justicia en España tiene mucho de lotería.
Fíjense en lo chocante que resulta el que las dos preguntas que se formulan cuanto te enfrentas a los tribunales sean casi idénticas a las que se plantea el personal ante el Sorteo de Navidad.
La primera es: ‘¿Quien te ha tocado?’, porque el juez que te corresponde es determinante. La segunda es ‘¿qué te ha salido?’, porque no basta tener razón. Te la tienen que dar y en ocasiones la sentencia va escasa de sentido común.
He visto con estupor como nos condenaban por llamar ‘gilipollas’ a Pablo Iglesias los mismos jueces que entendían que era ‘libertad de expresión’ que la podemita Ione Belarra, ministra de Sánchez, los etiquetase de ’prevaricadores’.
O que el Tribunal Supremo considerase punible y sancionable con multa, que calificásemos de ‘terrorista’ al abogado Gonzalo Boyé, a quien la Audiencia mandó 14 años a prisión, por participar en el secuestro de Emiliano Revilla, en comandita con los terroristas de ETA.
Para concluir, la pregunta del millón:
‘Si usted acabase ante los tribunales, ¿con quién preferiría lidiar: con un fiscal y un magistrado que llevan en la frente la pegatina de un partido, o con dos profesionales conocidos por su saber y no por sus simpatías ideológicas?’
Seguro que con los segundos, pero no lo va a tener fácil en la España de Sánchez.
No sé si saben que el sustituto de la Fiscal General Dolores Delgado, la de las comilonas con el comisario Villarejo y el ’Marlaska es maricón’, es un tal Álvaro García.
Y al igual que la novia del prevaricador Garzón, el tal Garcia, es un sectario progre, afiliado al PSOE desde que tenía dientes de leche.
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