Dice un buen amigo que los mejores juegos son los que están en tu cabeza. Los que mantienes en tu recuerdo porque te marcaron de forma especial y se han quedado ahí, grabados a fuego, con los mejores gráficos, las mejores canciones y la mejor jugabilidad.
Eso o tu cerebro te ha estado engañando todo este tiempo bajo la mentira de la nostalgia, que te hace creer que todo era más bonito y perfecto de lo que realmente nunca lo fue. Algo que no sólo ocurre en tu día a día, sino también en detalles como la música, la comida o, por supuesto, también en los videojuegos.
En el vídeo de hoy voy a hablarte de eso mismo, de cómo la supervivencia de nuestra especie ha derivado de hacernos recordar el olor de un depredador, a que al acercarnos el manual de un juego a la nariz nos devuelva al pasado como si acabásemos de viajar en el tiempo.
Un momento, una persona, un nivel concreto de un videojuego que prácticamente ni recordabas. Todo motivado por el simple aroma de un viejo libreto que ni recuerdas haber tenido en tus manos. Podría ser magia, claro, pero la realidad siempre es mucho más interesante.
Espero que, para cuando termines de verlo, entiendas por qué a mí el Aladdin de Megadrive me huele a McDonalds y Kingdom Hearts me suena a Estopa. Verás que, después de todo, ni la idea es tan descabellada ni está tan alejada de algo que probablemente también te pase a ti.
Eso o tu cerebro te ha estado engañando todo este tiempo bajo la mentira de la nostalgia, que te hace creer que todo era más bonito y perfecto de lo que realmente nunca lo fue. Algo que no sólo ocurre en tu día a día, sino también en detalles como la música, la comida o, por supuesto, también en los videojuegos.
En el vídeo de hoy voy a hablarte de eso mismo, de cómo la supervivencia de nuestra especie ha derivado de hacernos recordar el olor de un depredador, a que al acercarnos el manual de un juego a la nariz nos devuelva al pasado como si acabásemos de viajar en el tiempo.
Un momento, una persona, un nivel concreto de un videojuego que prácticamente ni recordabas. Todo motivado por el simple aroma de un viejo libreto que ni recuerdas haber tenido en tus manos. Podría ser magia, claro, pero la realidad siempre es mucho más interesante.
Espero que, para cuando termines de verlo, entiendas por qué a mí el Aladdin de Megadrive me huele a McDonalds y Kingdom Hearts me suena a Estopa. Verás que, después de todo, ni la idea es tan descabellada ni está tan alejada de algo que probablemente también te pase a ti.
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