• el año pasado
Juan Luis Guerra deleitó a los asistentes del Festival Marenostrum en Fuengirola con un concierto inolvidable, repleto de energía y alegría, que atrajo a una destacada presencia latinoamericana de toda la Costa del Sol.

El carismático Juan Luis Guerra se adueñó del centro del escenario con su imponente presencia: alto, barbudo, con una gorra calada, un pañuelo anudado al cuello y flores rojas adornando su americana. Desde el primer acorde, canciones como "La travesía", "La llave de mi corazón", "Vale la pena" y "Como yo" elevaron la energía del lugar, mientras las caderas del público se movían al ritmo de la música de manera contagiosa.

Desde los años 90, Juan Luis Guerra ha sido un artista infalible con sus contagiosos merengues y bachatas.

Fuengirola se entregó por completo a disfrutar de la música y las sonrisas, encontrando la felicidad en cada canción y en los precisos y elegantes pasos de baile ejecutados por el artista.

El concierto fue un viaje a través de su discografía, ofreciendo una cascada de éxitos respaldados por su talentosa banda, cuyos vientos y percusiones dieron un sólido respaldo a su actuación. Tras un emocionante popurrí salsero y una enérgica interpretación de "Niagara en bicicleta", el merengue se apoderó del ambiente con "Para ti", acompañado de un estallido de confeti. Este momento desembocó en un apasionante popurrí de bachatas.

Juan Luis Guerra regresó al escenario luciendo un elegante chaleco y cautivó al público con "Visa para un sueño", una canción que hizo que las adversidades en la búsqueda de la felicidad parecieran menos abrumadoras. Incluso al abordar temas sociales, Guerra lo hace con una delicadeza que otorga un impacto aún mayor a sus letras. El concierto continuó con "El costo de la vida", una pieza que se convirtió en un himno para aquellos que enfrentan dificultades económicas. Y luego llegó el maravilloso momento de "Ojalá que llueva café".

Tras una enérgica interpretación de "El farolito", un clásico perico ripiao, un típico merengue de la República Dominicana, el concierto llegó a su apoteósico final. El público, inmerso en su repertorio atemporal, continuó bailando al ritmo de "A pedir tu mano", "Bachata rosa" y "La bilirrubina". Durante dos horas llenas de magia, nadie dejó de moverse al contagioso ritmo de la música. Fue una noche espectacular, con el majestuoso Castillo de Sohail como testigo y la brisa del mar Mediterráneo de Fuengirola acariciando los rostros de los asistentes.

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