Quienes los conocen, dicen que el canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, hablan, de media, cada dos días. Muchos de esos contactos no son en persona. Otros, cara a cara, como el de este viernes en Berlín, son de mayor importancia. Sobre todo cuando entre ambos líderes afloran diferencias respecto a cómo ayudar a Ucrania frente a la brutal invasión rusa que lleva ya dos años en curso.
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