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Cuarenta millones de personas visitan cada año Las Vegas. Allí­, cada una pierde de media más de 300 euros en los casinos. Todo es a lo grande, desde las raciones de comida, hasta los coches, los edificios y las puestas en escena de los espectáculos. Los reporteros David Moreno y Enrique Rodrí­guez viajan a Las Vegas

Diecisiete de los veinte hoteles más grandes del mundo están en la "Strip", como llaman a la avenida principal, donde es posible ver la Estatua de la Libertad en el Hotel New York, subir a una Torre Eiffel que es la mitad que la original en el Hotel Parí­s o entrar a una pirámide egipcia frente a una esfinge más grande que la verdadera en el Hotel Luxor.

En las capillas de boda, una pareja se casa cada cinco minutos mientras Elvis Presley canta "Viva Las Vegas". Un payaso catalán disfruta "del espectáculo de fuentes más grandes del mundo" en el hotel Bellagio. Un acróbata pasea por los canales llenos de góndolas del Hotel Venetian antes de irse de fiesta a una sala de strip-tease, donde una mujer latina gana 2000 dolares al dí­a en propinas que los ansiosos clientes le colocan en la goma de su minúsculo tanga. Para ir de excursión, basta coger un coche descapotable para recorrer el desierto, o montarse en una avioneta para ver el gran Cañón del Colorado.

El jamón ibérico está a precio de oro en uno de los restaurantes de un cocinero gallego, por eso se comparte comida española cuando hacen barbacoas en pleno desierto de Mojave. "Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas", dicen los que la conocen. Porque al que visita este pequeño reducto de colores en medio del desierto, le faltan horas en el dí­a para apurar el cóctel de "sexo, drogas y rockí‚´n roll" que es para muchos esta ciudad

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