Muchos cofrades utilizan la procesión como un acto de penitencia, y van descalzos o se azotan. En un pueblo de la Rioja, en San Vicente de la Sonsierra, estos actos de penitencia son una Fiesta de Interés Turístico Nacional.  Una túnica blanca y un capuchón ocultan la identidad de los disciplinantes. Con los pies descalzos recorren las calles de San Vicente de la Sonsierra hasta que deciden ofrecer su penitencia. Entonces dejan su espalda al descubierto y con una madeja de algodón comienzan a golpearse la espalda una y otra vez. A su lado siempre un cofrade, el le calma si se excede, y le anima si flaquea. Y cuando ya se ha propinado cerca de mil golpes, llega el momento de ser pinchado. Con un bola de cera que lleva crisales incrustados se realizan doce pinchazos para que brote la sangre. Finalizada la procesión vuelven a la cofradía para aliviar sus heridas con agua de romero.
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