Desde que comenzó el juicio a José Bretón, muchos testigos ocupan los primeros bancos de la sala. Con una cinta verde al cuello que les sirve de acreditación no paran de tomar notas de las declaraciones. Su presencia es discreta pero se conocen el proceso al milímetro, casi tanto como el tribunal o los abogados. Están siguiendo con atención los momentos más tensos del juicio y han cruzado sus ojos con los de Bretón, fríos e intimidantes. Han sentido el dolor de la familia Ortiz y han intentado transmitir a Ruth su apoyo en los momentos más duros. No juzgan pero sienten un dolor que les llega mucho más de cerca, sin pantallas ni intermediarios.
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