Fue sonar el "¡Ja sóc aquí!" y estallar la Plaza de San Jaume. Abarrotada de gentes que han mantenido aquellas tres palabras como símbolo de la recuperación del autogobierno y las libertades en Cataluña. El 23 de octubre hace cuarenta años exactos de aquello: Tarradellas, recién vuelto de otros casi cuarenta años de exilio, como él mismo impuso. Una vez restaurada la Generalitat (por decreto del Gobierno de Suárez), él como presidente, también por decreto. "'¡Ja sóc aquí!" fueron las palabras (de celebración) que dejó para la historia aquel político casi octagenario, fundador de ERC, líder de la Cataluña moderada y pactista de los primeros años de la transición. Una ilusión que a él le duró poco. O, por ser más exactos, que él ya previó que duraría poco. Lo anunció en el 81, en una carta al director de La Vanguardia menos célebre que sus palabras del balcón. Pero sin duda premonitoria. Habla del acceso de Pujol al poder y dice: desde el día siguiente "... tenía el presentimiento de que iba a iniciarse otra (época) que nos conduciría a la ruptura de los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos...", entre Cataluña y España, se refiere.
En la carta, muy larga, Tarradellas lamenta que "todo ha sido orquestado para romper la unidad", acusa a sus sucesores de usar "propagandas tendenciosas y espíritu engañador" y denuncia "un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la víctima". Cada frase de aquella misiva es un aviso. El diagnóstico, contundente. "Se trata de ocultar el fracaso de toda una acción de Gobierno y de la falta de autoridad moral de sus responsables". Era 16 de abril del 81. Lo dijo Tarradellas, que ya no está aquí.
-Redacción-
En la carta, muy larga, Tarradellas lamenta que "todo ha sido orquestado para romper la unidad", acusa a sus sucesores de usar "propagandas tendenciosas y espíritu engañador" y denuncia "un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la víctima". Cada frase de aquella misiva es un aviso. El diagnóstico, contundente. "Se trata de ocultar el fracaso de toda una acción de Gobierno y de la falta de autoridad moral de sus responsables". Era 16 de abril del 81. Lo dijo Tarradellas, que ya no está aquí.
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