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Hola, soy Liz, y quiero contarte una historia que creí que acabaría con mi vida, pero que resultó ser un nuevo comienzo. En pocas palabras, me embaracé a los 15. Sorprendente, ¿no?
Todo ocurrió durante la secundaria. Era la época de los 16, las licencias de conducir y el baile escolar. Ese año conocí a mi primer novio, nuestra relación estaba llena de ingenuidad y pasión. No nos preocupaban demasiado los métodos anticonceptivos, tampoco estábamos muy bien informados sobre el tema. Cuando me dejó de venir el período, no me preocupé demasiado, mi ciclo aún era inmaduro e irregular. Hasta que, una mañana, mi reflejo me sorprendió. ¿Acaso se me había cumplido el deseo? Mis senos se veían fantásticos. De pronto se me encendió la bombilla: lo único que podía pensar era que quizás estaba embarazada.
Me llamó la atención el aviso de una clínica que ofrecía pruebas gratuitas de embarazo. Una amiga me llevó. La mujer caminó hacia mí con la prueba. Un símbolo positivo apareció ante mis ojos. Y mi mundo se derrumbó.
Me disfracé con una sonrisa falsa y aparenté que seguía con mi vida de siempre. Era cuestión de tiempo hasta que mis padres lo descubrieran: mis senos seguían creciendo, y mi estómago pronto haría lo mismo. No sabía cómo reaccionarían mis padres, y no quería que su opinión influyera en mí. Ahora me arrepiento de haber perdido tiempo por culpa de mis dudas.
Mientras tanto, el rumor se esparcía. Llamadas extrañas, acosos de algunos compañeros religiosos y de padres que amenazaban con involucrar a mis padres para evitar que me hiciera un aborto. Yo estaba furiosa: no planeaba abortar, ¡pero se supone que era mi decisión! Es más, a mi modo de ver, era yo la que debía informar a mis padres. Así que por fin, un día, se los dije.
Obviamente, la noticia los tomó por sorpresa. Pero dijeron que me apoyarían sin importar el camino que eligiera. Cuando mi novio se lo contó a su familia, su mamá llamó a la mía. Todos se comprometieron a ayudarme. Hubiera estado perdida sin ellos.
Por más que no me faltaba amor, la vida como una adolescente embarazada fue horrible. Los 16 no fueron nada agradables. Mis sueños de ir a la universidad se esfumaron. Me sentía avergonzada, estaba deprimida. Llegó septiembre, el año escolar comenzó sin mí. Terminé los estudios en casa, aislada. Mis amigas me visitaban, pero me dolía oír de sus vidas sin mí.
Para ese entonces, mi novio y yo ya no nos queríamos demasiado. Estábamos en desacuerdo en absolutamente todo. Así que, cuando llegó la hora de dar a luz, yo estaba desconsolada. Mi hija nación dos semanas antes, después de 23 horas de trabajo de parto. No sé cómo logré soportarlo, pero mi mamá, mi novio y la mamá de novio estaban a mi lado.
Tuve que soportar las opiniones de todo el mundo a lo largo del proceso. Tuve la suerte de contar con un apoyo incondicional. No puedo imagi
Hola, soy Liz, y quiero contarte una historia que creí que acabaría con mi vida, pero que resultó ser un nuevo comienzo. En pocas palabras, me embaracé a los 15. Sorprendente, ¿no?
Todo ocurrió durante la secundaria. Era la época de los 16, las licencias de conducir y el baile escolar. Ese año conocí a mi primer novio, nuestra relación estaba llena de ingenuidad y pasión. No nos preocupaban demasiado los métodos anticonceptivos, tampoco estábamos muy bien informados sobre el tema. Cuando me dejó de venir el período, no me preocupé demasiado, mi ciclo aún era inmaduro e irregular. Hasta que, una mañana, mi reflejo me sorprendió. ¿Acaso se me había cumplido el deseo? Mis senos se veían fantásticos. De pronto se me encendió la bombilla: lo único que podía pensar era que quizás estaba embarazada.
Me llamó la atención el aviso de una clínica que ofrecía pruebas gratuitas de embarazo. Una amiga me llevó. La mujer caminó hacia mí con la prueba. Un símbolo positivo apareció ante mis ojos. Y mi mundo se derrumbó.
Me disfracé con una sonrisa falsa y aparenté que seguía con mi vida de siempre. Era cuestión de tiempo hasta que mis padres lo descubrieran: mis senos seguían creciendo, y mi estómago pronto haría lo mismo. No sabía cómo reaccionarían mis padres, y no quería que su opinión influyera en mí. Ahora me arrepiento de haber perdido tiempo por culpa de mis dudas.
Mientras tanto, el rumor se esparcía. Llamadas extrañas, acosos de algunos compañeros religiosos y de padres que amenazaban con involucrar a mis padres para evitar que me hiciera un aborto. Yo estaba furiosa: no planeaba abortar, ¡pero se supone que era mi decisión! Es más, a mi modo de ver, era yo la que debía informar a mis padres. Así que por fin, un día, se los dije.
Obviamente, la noticia los tomó por sorpresa. Pero dijeron que me apoyarían sin importar el camino que eligiera. Cuando mi novio se lo contó a su familia, su mamá llamó a la mía. Todos se comprometieron a ayudarme. Hubiera estado perdida sin ellos.
Por más que no me faltaba amor, la vida como una adolescente embarazada fue horrible. Los 16 no fueron nada agradables. Mis sueños de ir a la universidad se esfumaron. Me sentía avergonzada, estaba deprimida. Llegó septiembre, el año escolar comenzó sin mí. Terminé los estudios en casa, aislada. Mis amigas me visitaban, pero me dolía oír de sus vidas sin mí.
Para ese entonces, mi novio y yo ya no nos queríamos demasiado. Estábamos en desacuerdo en absolutamente todo. Así que, cuando llegó la hora de dar a luz, yo estaba desconsolada. Mi hija nación dos semanas antes, después de 23 horas de trabajo de parto. No sé cómo logré soportarlo, pero mi mamá, mi novio y la mamá de novio estaban a mi lado.
Tuve que soportar las opiniones de todo el mundo a lo largo del proceso. Tuve la suerte de contar con un apoyo incondicional. No puedo imagi
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