Tuve que cuidar a mi abuelo paralizado

  • hace 5 años
¡Hola a todos! Me llamo Mark. A lo largo del último año, mi vida ha tenido unos cuantos giros que me transformaron en un adulto de 16 años. Estoy seguro de que ser adolescente no es sencillo para nadie, espero que mi historia te ayude a sobrevivir a tu propia crisis.

Viví toda mi vida con mi mamá. Ella nunca tuvo la chance de ir a la universidad por haberme tenido de joven. Así que tuvo que trabajar como mesera en una cafetería y también limpiaba las casas de otras personas para darnos todo lo que necesitábamos. Incluso en nuestra pequeña ciudad, su salario apenas alcanzaba para nuestras necesidades básicas. Vivíamos en un departamento muy pequeño, pero nunca me molestó. Mamá siempre me dijo que una buena educación es lo único que me ayudará a construir el camino hacia una vida próspera.
Recuerdo con claridad el día en que me comentó que le habían ofrecido una oportunidad única de terminar su educación universitaria y obtener por fin un diploma, mientras ganaba algo de dinero extra trabajando para la universidad. Con su nuevo salario, seríamos capaces no solo de vivir mejor, sino también de ahorrar lo suficiente para que yo eligiera la universidad que quisiera. Solo había un problema: tenía que mudarse a otro estado. Después de una larga discusión familiar, tomamos la decisión definitiva. En el aeropuerto, le deseé buena suerte a mamá, y me mudé con mi abuelo.

Solíamos pasar mucho tiempo juntos cuando yo era pequeño, me encantaba hablar con él. No teníamos problemas para encargarnos de todos los asuntos del hogar, él me ayudaba con la tarea, y hasta me enseñó a cocinar. Además, al vivir en su casa, también estaba más cerca de la escuela, así que ahorraba mucho dinero en gasolina. Mamá nos llamaba casi todos los días, le iba muy bien en su nuevo trabajo. Comencé a buscar información sobre universidades para elegir la mejor opción, por más que aún faltaban algunos años antes de ir.

Los tres estábamos convencidos de que las cosas iban muy bien, hasta que llegó una noche aterradora. El abuelo se sintió mal de pronto y perdió el conocimiento. Llamé a la ambulancia, muerto de miedo. Mamá llegó tan pronto como pudo. Resultó que el abuelo había sufrido un ataque cerebrovascular. Como consecuencia, no podía caminar bien y arrastraba las palabras. El doctor dijo que había chances de que mejorara, pero obviamente no podría vivir de momento sin un cuidado especial. Fue una elección dura para mamá: si regresaba a casa, ya no tendría dinero suficiente para la rehabilitación de mi abuelo. La única otra opción era dejarlo conmigo. Solo le faltaban unos meses para obtener su diploma y, por lo tanto, tener la oportunidad de ganar más dinero. La convencí de que yo me encargaría de todo, siempre y cuando contratáramos a un especialista que se ocupara de mi abuelo.

Y eso hicimos. Mama siguió trabajando, y yo tuve que crecer rápido y convertirme en un adulto. Esto significaba, entre otr

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