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¡Hola! Me llamo April. Ahora tengo 13 años, y el año pasado viví las peores cosas que puedas imaginar. Mi querida abuela falleció, pero, antes de eso, me mató del susto y arruinó el matrimonio de mis padres.
Por desgracia, el día en que nací, mi abuelo, el papá de mi papá, falleció. Mis padres trajeron a mi abuela a vivir con nosotros de inmediato. De hecho, fue ella la que me crio mientras mamá y papá estaban ocupados en el trabajo. Yo amaba a la abuela, siempre fue muy tranquila y dulce. Hacíamos todo tipo de cosas juntas, como cocinar y crear manualidades para la escuela. Y no me gritó ni una sola vez, ni siquiera cuando hacía travesuras. De vez en cuando se ponía triste porque extrañaba al abuelo; esos días, podíamos pasar horas sentadas, revisando sus fotos viejas, mientras me contaba miles de historias graciosas sobre él.
Cuando llegué a los 12, comenzaron a pasar cosas raras. Una tarde regresé a casa después de haber recibido una mala calificación en matemática. Estaba muy frustrada, y sabía que la abuela no se enojaría, solo me haría pasar el día estudiando juntas. Yo odiaba los números. La encontré en la sala, limpiando los muebles. En cuanto oyó las noticias, tomó el jarrón más cercano y me lo arrojó.
Gracias al cielo, falló: el jarrón se estrelló en pedazos contra la pared. No entendía lo qué acababa de pasar. De pronto, la abuela comenzó a gritarme, me dijo que yo tenía la culpa de todo, que fuera de inmediato a mi cuarto, que me quedara ahí y ni siquiera me atreviera a mostrar mi cara. Sus ojos estaban llenos de ira, tenía las manos cerradas en puños. Tomé mi mochila y corrí escaleras arriba con lágrimas en la cara. Nunca antes había sufrido una agresión en casa, y mucho menos había visto a mi dulce abuelita furiosa. Fue terriblemente insultante y aterrador.
Pasé la siguiente media hora llorando en mi cuarto, hasta que me di cuenta de que tenía hambre. Bajé con mucho cuidado a hacerme un sándwich, tenía mucho miedo de que la abuela siguiera con ese terrible humor. La encontré preparando algo en la cocina, como si no hubiera pasado nada. En cuanto me vio, se mostró genuinamente sorprendida; me dijo que ni siquiera me había visto llegar a casa de la escuela. Quedé conmocionada, sin saber qué hacer, mientras mi abuela se comportaba como siempre y preparaba la comida y la mesa en silencio.
Me senté con mucho cuidado, exami
¡Hola! Me llamo April. Ahora tengo 13 años, y el año pasado viví las peores cosas que puedas imaginar. Mi querida abuela falleció, pero, antes de eso, me mató del susto y arruinó el matrimonio de mis padres.
Por desgracia, el día en que nací, mi abuelo, el papá de mi papá, falleció. Mis padres trajeron a mi abuela a vivir con nosotros de inmediato. De hecho, fue ella la que me crio mientras mamá y papá estaban ocupados en el trabajo. Yo amaba a la abuela, siempre fue muy tranquila y dulce. Hacíamos todo tipo de cosas juntas, como cocinar y crear manualidades para la escuela. Y no me gritó ni una sola vez, ni siquiera cuando hacía travesuras. De vez en cuando se ponía triste porque extrañaba al abuelo; esos días, podíamos pasar horas sentadas, revisando sus fotos viejas, mientras me contaba miles de historias graciosas sobre él.
Cuando llegué a los 12, comenzaron a pasar cosas raras. Una tarde regresé a casa después de haber recibido una mala calificación en matemática. Estaba muy frustrada, y sabía que la abuela no se enojaría, solo me haría pasar el día estudiando juntas. Yo odiaba los números. La encontré en la sala, limpiando los muebles. En cuanto oyó las noticias, tomó el jarrón más cercano y me lo arrojó.
Gracias al cielo, falló: el jarrón se estrelló en pedazos contra la pared. No entendía lo qué acababa de pasar. De pronto, la abuela comenzó a gritarme, me dijo que yo tenía la culpa de todo, que fuera de inmediato a mi cuarto, que me quedara ahí y ni siquiera me atreviera a mostrar mi cara. Sus ojos estaban llenos de ira, tenía las manos cerradas en puños. Tomé mi mochila y corrí escaleras arriba con lágrimas en la cara. Nunca antes había sufrido una agresión en casa, y mucho menos había visto a mi dulce abuelita furiosa. Fue terriblemente insultante y aterrador.
Pasé la siguiente media hora llorando en mi cuarto, hasta que me di cuenta de que tenía hambre. Bajé con mucho cuidado a hacerme un sándwich, tenía mucho miedo de que la abuela siguiera con ese terrible humor. La encontré preparando algo en la cocina, como si no hubiera pasado nada. En cuanto me vio, se mostró genuinamente sorprendida; me dijo que ni siquiera me había visto llegar a casa de la escuela. Quedé conmocionada, sin saber qué hacer, mientras mi abuela se comportaba como siempre y preparaba la comida y la mesa en silencio.
Me senté con mucho cuidado, exami
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