El Presidente (Henry Talbot), un factor clave en una próxima Conferencia de Ginebra, recibe una herida accidental en la cabeza mientras visitaba Sudamérica. El gobierno confisca el Seaview como plataforma para llevar a cabo una operación quirúrgica de alto secreto para salvar la vida de Talbot. A través de un subterfugio, una espía (la Dra. Laura Rettig) se sube a bordo en lugar del especialista del equipo, el Dr. Taylor (alguien tenía que morir) con la intención de utilizar la máquina de tratamiento de vanguardia de Taylor para matar al presidente. Ya a bordo, Rettig experimenta con la máquina, alterando sus ajustes de forma muy elevada para preparar la destrucción de las pequeñas células grises del Presidente. Crane se da cuenta de que algo está mal cuando muchos de los controles del Seaview arrojan información errónea. Sospecha de la máquina de Rettig y pide que se realice una prueba. El espía devuelve los ajustes a la normalidad y supera la prueba, justo cuando el Seaview choca con una cresta submarina, lo que provoca el atasco de una válvula clave.
El incidente da al marinero Clark la oportunidad de hacer algo más que quejarse. Con la ayuda de Crane, libera la válvula y salva el día para que la misión pueda continuar. El Presidente es trasladado al Seaview mediante una campana de buceo y Rettig casi lo mata con el disolvente de coágulos de alta potencia, pero Nelson intercede justo a tiempo. Al recuperarse, el Presidente da las gracias a Crane y Nelson y, por cierto, por razones de seguridad, queda confinado en la nave hasta nuevo aviso. Los dos oficiales deciden que, de todos modos, no hay nadie en Norfolk a quien quieran ver.
El incidente da al marinero Clark la oportunidad de hacer algo más que quejarse. Con la ayuda de Crane, libera la válvula y salva el día para que la misión pueda continuar. El Presidente es trasladado al Seaview mediante una campana de buceo y Rettig casi lo mata con el disolvente de coágulos de alta potencia, pero Nelson intercede justo a tiempo. Al recuperarse, el Presidente da las gracias a Crane y Nelson y, por cierto, por razones de seguridad, queda confinado en la nave hasta nuevo aviso. Los dos oficiales deciden que, de todos modos, no hay nadie en Norfolk a quien quieran ver.
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