• el año pasado
Carlos Herrera, a quien escucho a diario entre las 6 y la 9 de la mañana, ha arrancado su programa lanzando la especie de que Pedro Sánchez podría no presentarse en diciembre.
La tesis de Herrera es que el líder del PSOE sueña con un cargo de oropel en las instituciones europeas y que postularse al puesto, después de un revolcón en las urnas, no es la mejor carta de presentación.
Con todo el respeto hacia Herrera, que me parece un periodista clave en el momento político que sufre España, eso de que Sánchez se echara atrás en las generales y dejara paso a la triste Calviño o a alguien parecido, es una paparrucha.
Por mucho que corra el rumor por el PSOE, donde les tiemblan las canillas a miles de paniaguados, viendo lo mal que pintan las encuestas para la izquierda.
Sánchez es un trilero, un ludópata, un enfermo de vanidad, un psicópata y hasta el final seguirá convencido de que, con ayuda de los etarras vascos, los golpistas catalanes, los chavistas de Podemos y algún zarrapastroso mas, podrá reeditar en 2024 el Gobierno Frankenstein y endiñarnos a los españoles otros cuatro años de horror.
Todo lo que rodea al líder del PSOE es falso como un euro de madera.
A Sánchez ni le preocupan las mujeres, ni que salgan a la calle violadores, ni que se homenajee a terroristas, ni que suba la cesta de compra o pasen miserias las familias españolas.
Sólo le obsesiona lo suyo y lo suyo es seguir en La Moncloa, durmiendo a pierna suelda sobre el colchón que le regaló Begoña.
Su agenda y su programa son una mezcla funesta de trucos, timos, actos prefabricados y cordones de seguridad, que los periodistas del pesebre aplauden embobados.
Con la sumisa complicidad de los Page, Lambán, Vara, Puig y compañía ha convertido España en un gran decorado, por el que transitan desde jugadores falsos de petanca, a impostados ciclistas, pasando por ficticios libreros y ministros imbéciles.
Su plan era arrancar 2023 hablando sólo de ayudas, subvenciones, fondos europeos y guarismos, pero el guion ha saltado por los aires.
A 100 días de las elecciones municipales y autonómicas que marcaran su destino y por culpa de la Ley del Si es Si, todo se le ha torcido.
La gente, que no entiende mucho de cifras y tiene memoria corta en cuestiones de terrorismo o corrupción, entiende a las mil maravillas la aberración del ‘Si es Si’.
Asume que no es decente que los violadores salgan a la calle y no se traga que semejante desatino sea sólo culpa de las memas de la ‘Banda de la Tarta’.
Percibe el personal que sin Sánchez ese bodrio no hubiera sido posible y le pasará factura cuando en diciembre.
Porque presentar, se va a presentar.

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