FEDERICO MOURA - IMAGENES PAGANAS - VERSION COMPLETA
A días de su show en el Chateau Rock 1987, Federico Moura, cantante de Virus, aún permanecía en Córdoba. Un buen día, paseaba frente a la galería Cinerama y fue interceptado por dos jóvenes que estaban por terminar la secundaria. Aceptó el ritual de autógrafo y hasta se permitió tomar un café con ellos. Se lo veía débil pero feliz, y celebraba el entusiasmo que despertaba su música en chaboncitos a los que doblaba en edad. Su gesto posterior al encuentro fue de satisfacción. Su sonrisa se advertía a medida que los cordobesitos se alejaban. Había logrado “inocular”, hacer fuerte la idea de que divertirse es fundamental, aunque nunca hay que tender al escapismo estúpido.
Todos los ciclos. Por entonces, Federico Moura ya había vivido todas las instancias posibles en el mundo del espectáculo. Había sido under, después reconocido y, al momento de la anécdota, una superestrella de un rock & pop nacional floreciente. Sin embargo, delgado y con unos Rayban anchos, pasaba desapercibido. Irónicamente, el ya había sido infectado con un virus mortal (HIV) que entorpeció planes artísticos y nos privó de su presencia física desde el 21 de diciembre de 1988.
Desde ese mismo momento, empezó a circular una idea que nunca se valoró mientras vivía: al frente de Virus, Federico venció prejuicios en nuestro rock. Fue punk cuando había que tocar bien. Bailó en escena cuando mandaba la solemnidad. Fue pop cuando el vocablo era sinónimo de fugacidad. Fue glamoroso aun cuando no provenía de una familia acomodada. Y fue crítico con la escena cuando esta tendía a morderse la cola. En suma, fue un artista con todas las letras.
Los jovencitos del café llegaron a adultos cumpliendo estos mandamientos.
FUENTES : www.lavozdelinterior.com.ar/
VISITA : http://federicomoura-dailymotion.blogspot.com/
A días de su show en el Chateau Rock 1987, Federico Moura, cantante de Virus, aún permanecía en Córdoba. Un buen día, paseaba frente a la galería Cinerama y fue interceptado por dos jóvenes que estaban por terminar la secundaria. Aceptó el ritual de autógrafo y hasta se permitió tomar un café con ellos. Se lo veía débil pero feliz, y celebraba el entusiasmo que despertaba su música en chaboncitos a los que doblaba en edad. Su gesto posterior al encuentro fue de satisfacción. Su sonrisa se advertía a medida que los cordobesitos se alejaban. Había logrado “inocular”, hacer fuerte la idea de que divertirse es fundamental, aunque nunca hay que tender al escapismo estúpido.
Todos los ciclos. Por entonces, Federico Moura ya había vivido todas las instancias posibles en el mundo del espectáculo. Había sido under, después reconocido y, al momento de la anécdota, una superestrella de un rock & pop nacional floreciente. Sin embargo, delgado y con unos Rayban anchos, pasaba desapercibido. Irónicamente, el ya había sido infectado con un virus mortal (HIV) que entorpeció planes artísticos y nos privó de su presencia física desde el 21 de diciembre de 1988.
Desde ese mismo momento, empezó a circular una idea que nunca se valoró mientras vivía: al frente de Virus, Federico venció prejuicios en nuestro rock. Fue punk cuando había que tocar bien. Bailó en escena cuando mandaba la solemnidad. Fue pop cuando el vocablo era sinónimo de fugacidad. Fue glamoroso aun cuando no provenía de una familia acomodada. Y fue crítico con la escena cuando esta tendía a morderse la cola. En suma, fue un artista con todas las letras.
Los jovencitos del café llegaron a adultos cumpliendo estos mandamientos.
FUENTES : www.lavozdelinterior.com.ar/
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