Miriam Díaz-Aroca se recuerda como una niña rara: "Nací de culo, doblada en mí misma. Estaba predestinada a ser muy íntima, muy introvertida, con un mundo silencioso muy grande y con muchos miedos", ha dicho la actriz. Su madre le contaba el cuento de El patito feo con la intención de mitigar la frustración que tenía por ser calva, pero no pareció recoger muchos frutos: "Yo no entendía la metáfora y ella terminó comprándome una loción que se llamaba Azufre Veri y dándome masajitos en la cabecita para que me creciera el pelo". Fue también en esta etapa cuando empezó a desarrollar un talento por la observación del mundo exterior y empezó a interesarse por la pintura, la escritura, los duendes y por México. Sobre todo por México.
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