El 26 de mayo de 2003, un avión militar con 62 militares españoles y otras 13 personas de la tripulación se estrelló en Turquía. Murieron todos. A los dos días, se celebró un funeral de Estado en la base de Torrejón, en Madrid. Por si no fuera suficiente con tanto sufrimiento entre las familias de estos militares y el shock en el seno de las Fuerzas Armadas, empezó la segunda parte de la pesadilla de los familiares que quisieron saber la verdad sobre el accidente y se encontraron con una manipulación, intentos de censura con amenazas para que guardaran silencio y mentiras brutales por parte del Gobierno de José María Aznar y su ministro de Defensa entonces, Federico Trillo. Para muestra, la más cruel de las certezas: el Gobierno quiso enterrar tan rápido a los militares, para evitar investigaciones, que mezclaron sus restos en los ataúdes. Subcontratas, un negocio miserables, un avión en pésimas condiciones… Dio igual: nadie asumió responsabilidades políticas por ese accidente ni la cruel gestión posterior.
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