No son los ‘¡Viva España!’ del público, ni las emocionadas estrofas del himno o el estoico dolor de los hombres de uniforme.
Lo que te encoge el alma es el gesto de la viuda.
Su “por él no; él no lo hubiera querido; no me hagáis esto”, cuando Marlaska, que había sido advertido de antemano de que no era bienvenido, se adelantó para coger la medalla y salir en las fotos condecorando el ataúd de David Pérez, uno de los dos agentes de la Guardia Civil asesinados por los narcos en Barbate, lo dice todo.
Esa mujer, que se queda sola con un chaval de 6 años y otro de 9, tiene claro que entre los culpables de que a su marido lo ‘triturara’ una narcolancha, están en los políticos que lo despacharon con cinco compañeros a hacer frente en una diminuta zodiac a una turba de facinerosos.
Los que llevan años negando a la Benemérita medios para luchar contra el crimen y despliegan miles de antidisturbios para evitar que la gente del campo llegue hasta la sede-puticlub del PSOE en Ferraz o que los campesinos alteren el pringoso guateque de los Premios Goya.
Porque esa es otra.
Sánchez, ese ecologista fake que retornó en Falcón de Valladolid a Madrid, debería haber estado penando a los servidores del orden masacrados por la incompetencia de su Gobierno y estaba de risitas en la alfombra roja de los Goya, haciéndose selfies con los subvencionados del cine y recibiendo masajes de una ordinaria reportera de TVE.
Lo ha dicho alto y claro el alcalde de Barbate, que no es de VOX ni del PP: “los asesinatos se podrían haber evitado con medios y no con una lanchita”.
Porque los narcos, como ha revelado también Molina, “llevaban un día y algo campando a sus anchas en el puerto”.
Los guardias civiles no ‘fallecieron’, como dijeron inicialmente Sánchez y Marlaska para escurrir bulto. Fueron asesinados, con premeditación y alevosía.
Y el Gobierno los desprotegió, porque mientras en la frontera de la droga racanea, en otros rincones de España moviliza a miles de efectivos de los Cuerpos de Seguridad para blindar sus sedes y sus juergas.
Como tenía muy claro la viuda de David Pérez, cuando impidió que Marlaska se hiciera una foto a cuenta de su dolor, a esta peste que nos ha caído encima, le parecen una amenaza mayor los campesinos que los narcotraficantes.
Y considera prioritario que Sánchez utilice un helicóptero Superpuma para ir de La Moncloa al aeropuerto de Torrejón de Ardoz, a quince minutos con coche oficial y chófer, que dotar a la Guardia Civil de medios de transporte y de armas para frenar a las mafias.
Lo que te encoge el alma es el gesto de la viuda.
Su “por él no; él no lo hubiera querido; no me hagáis esto”, cuando Marlaska, que había sido advertido de antemano de que no era bienvenido, se adelantó para coger la medalla y salir en las fotos condecorando el ataúd de David Pérez, uno de los dos agentes de la Guardia Civil asesinados por los narcos en Barbate, lo dice todo.
Esa mujer, que se queda sola con un chaval de 6 años y otro de 9, tiene claro que entre los culpables de que a su marido lo ‘triturara’ una narcolancha, están en los políticos que lo despacharon con cinco compañeros a hacer frente en una diminuta zodiac a una turba de facinerosos.
Los que llevan años negando a la Benemérita medios para luchar contra el crimen y despliegan miles de antidisturbios para evitar que la gente del campo llegue hasta la sede-puticlub del PSOE en Ferraz o que los campesinos alteren el pringoso guateque de los Premios Goya.
Porque esa es otra.
Sánchez, ese ecologista fake que retornó en Falcón de Valladolid a Madrid, debería haber estado penando a los servidores del orden masacrados por la incompetencia de su Gobierno y estaba de risitas en la alfombra roja de los Goya, haciéndose selfies con los subvencionados del cine y recibiendo masajes de una ordinaria reportera de TVE.
Lo ha dicho alto y claro el alcalde de Barbate, que no es de VOX ni del PP: “los asesinatos se podrían haber evitado con medios y no con una lanchita”.
Porque los narcos, como ha revelado también Molina, “llevaban un día y algo campando a sus anchas en el puerto”.
Los guardias civiles no ‘fallecieron’, como dijeron inicialmente Sánchez y Marlaska para escurrir bulto. Fueron asesinados, con premeditación y alevosía.
Y el Gobierno los desprotegió, porque mientras en la frontera de la droga racanea, en otros rincones de España moviliza a miles de efectivos de los Cuerpos de Seguridad para blindar sus sedes y sus juergas.
Como tenía muy claro la viuda de David Pérez, cuando impidió que Marlaska se hiciera una foto a cuenta de su dolor, a esta peste que nos ha caído encima, le parecen una amenaza mayor los campesinos que los narcotraficantes.
Y considera prioritario que Sánchez utilice un helicóptero Superpuma para ir de La Moncloa al aeropuerto de Torrejón de Ardoz, a quince minutos con coche oficial y chófer, que dotar a la Guardia Civil de medios de transporte y de armas para frenar a las mafias.
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