Seguro que todos ustedes, que son más listos que el hambre, han caído ya en la cuenta de que Pedro Sánchez ha sustituido a Franco por Trump.
Como lo de los 100 actos para conmemorar el 50 aniversario de la muerte del Generalísimo en la cama no
funcionaba, el marido de Begoña se ha apuntado a la moda de sacudir al pelirrojo de la Casa Blanca, aprovechando que el viento sopla a favor.
Y ahí anda el amo del PSOE abrazando al desventurado Zelensky y proclamando al alimón con Ursula von der Leyen, que hay que rearmar a Europa y volcarse militarmente a favor de Ucrania, para parar los pies a Rusia.
Más o menos lo que predican un montón de tertulianos, que de Islam saben lo que se aprende en la semana de la alfombra persa en el Corte Inglés, y de guerra lo mismo que ‘Turca’, la perra de aguas que la familia Sánchez-Gómez tiene en La Moncloa.
Voy a darles unos datos, para que pongan en perspectiva la insensatez, la mamonada, la majadería que entraña predicar que hay que alimentar el conflicto y poner tropas sobre el terreno, ahora que EEUU cancela hasta los suministros.
En los tres años transcurridos desde que Putin ordenó a sus tanques cruzar la frontera y lo que era una guerra-civil larvada se convirtió en guerra internacional abierta, han muerto unos 100.00 ucranianos. La inmensa mayoría chavales de poco más de veinte años.
Los heridos, que siempre son tres veces más numerosos que los cadáveres, superan los 300.000. El Wall Street Journal eleva la cifra a 400,000 heridos, de los que el 20% ha perdido al menos un brazo, una pierna o los ojos.
Un espanto que no atenúa la convicción de que del otro lado, en Rusia, el balance de bajas puede ser todavía más aterrador.
La retórica incendiaria puede ayudar a ganar votos a Macrón o a Starmer, que son los dos únicos líderes europeos con ejércitos capaces a fajarse en combate, algo que no harán, porque se irían por el sumidero en cuanto empezarán a llegar de vuelta esas tétricas bolsas negras en que se devuelven a casa los caídos en el frente.
De Sánchez no les digo nada, porque es tan ridículo su súbito belicismo que casi da pena.
Si no somos capaces de controlar el Guadalquivir, por el que suben con la música a todo volumen las narcolanchas, si los mafiosos se pavonean en el puerto de Barbate y hasta matan guardias civiles y si la torería salta cuando le da la gana las vallas de Ceuta y Melilla… ¿qué coño íbamos a pintar en las trincheras de Donetsk, Jarkov o Kursk?
Se que no es popular apoyar a Donald Trump, pero me da a mi que quizá tendríamos que respaldar con toda energía que se acabe cuanto antes la matanza.
Que le pregunte Sánchez a su perra ‘Turca’, a ver que le aconseja.
Como lo de los 100 actos para conmemorar el 50 aniversario de la muerte del Generalísimo en la cama no
funcionaba, el marido de Begoña se ha apuntado a la moda de sacudir al pelirrojo de la Casa Blanca, aprovechando que el viento sopla a favor.
Y ahí anda el amo del PSOE abrazando al desventurado Zelensky y proclamando al alimón con Ursula von der Leyen, que hay que rearmar a Europa y volcarse militarmente a favor de Ucrania, para parar los pies a Rusia.
Más o menos lo que predican un montón de tertulianos, que de Islam saben lo que se aprende en la semana de la alfombra persa en el Corte Inglés, y de guerra lo mismo que ‘Turca’, la perra de aguas que la familia Sánchez-Gómez tiene en La Moncloa.
Voy a darles unos datos, para que pongan en perspectiva la insensatez, la mamonada, la majadería que entraña predicar que hay que alimentar el conflicto y poner tropas sobre el terreno, ahora que EEUU cancela hasta los suministros.
En los tres años transcurridos desde que Putin ordenó a sus tanques cruzar la frontera y lo que era una guerra-civil larvada se convirtió en guerra internacional abierta, han muerto unos 100.00 ucranianos. La inmensa mayoría chavales de poco más de veinte años.
Los heridos, que siempre son tres veces más numerosos que los cadáveres, superan los 300.000. El Wall Street Journal eleva la cifra a 400,000 heridos, de los que el 20% ha perdido al menos un brazo, una pierna o los ojos.
Un espanto que no atenúa la convicción de que del otro lado, en Rusia, el balance de bajas puede ser todavía más aterrador.
La retórica incendiaria puede ayudar a ganar votos a Macrón o a Starmer, que son los dos únicos líderes europeos con ejércitos capaces a fajarse en combate, algo que no harán, porque se irían por el sumidero en cuanto empezarán a llegar de vuelta esas tétricas bolsas negras en que se devuelven a casa los caídos en el frente.
De Sánchez no les digo nada, porque es tan ridículo su súbito belicismo que casi da pena.
Si no somos capaces de controlar el Guadalquivir, por el que suben con la música a todo volumen las narcolanchas, si los mafiosos se pavonean en el puerto de Barbate y hasta matan guardias civiles y si la torería salta cuando le da la gana las vallas de Ceuta y Melilla… ¿qué coño íbamos a pintar en las trincheras de Donetsk, Jarkov o Kursk?
Se que no es popular apoyar a Donald Trump, pero me da a mi que quizá tendríamos que respaldar con toda energía que se acabe cuanto antes la matanza.
Que le pregunte Sánchez a su perra ‘Turca’, a ver que le aconseja.
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