CAMARA DEL CRIMEN: CURA ASESINO

  • hace 8 años
Era el 6 de junio de 1888, cuando el cura de la parroquia del Partido de Olavarría, Pedro Castro Rodríguez, se acercó a la municipalidad local y con el empleado de turno gestionó un permiso para la inhumación de un cadáver que vendría en tren y al que le habían encargado darle “santa y cristiana sepultura”.

Sin tener nada para desconfiar, el oficinista le otorgó el papel. Apurado y enredado en su larga sotana, el sacerdote salió rumbo a la carpintería, allí encargó un cajón bastante más ancho de lo habitual porque la difunta era “muy gorda”, según sus palabras. Esa misma noche, le llevaron el grueso ataúd encargado hasta la parroquia.

Pocos minutos después, refugiado en la oscuridad de la noche, comenzó la ardua tarea de acomodar los cadáveres de dos mujeres, una adulta y una niña, que estaban en su domicilio y que jamás habían llegado por tren.
Al día siguiente los enterró con todos los honores católicos pero como si fuesen una sola persona

Pedro Castro Rodríguez había nacido en La Coruña, España, en 1844 y en su país se ordenó sacerdote.
En 1870, se trasladó a la Argentina y por esos años abandonó los hábitos y se volcó al protestantismo y tres años después, sin tener ningún tipo de impedimento, contrajo matrimonio con Rufina Padín y Chiclano, una aristocrática joven argentina, hija de un militar de carrera.

Su situación económica comenzó a complicarse y decidió probar suerte realizando tareas rurales, pero sin éxito. Después de un largo período desocupado y virtualmente quebrado, su esposa salió a buscar un trabajo que le permitiera solventar la difícil economía familiar. En 1877, viéndose atrapado por la necesidad, presentó su arrepentimiento ante el arzobispo y luego de pedirle perdón, le imploró que lo admitiera nuevamente en la Iglesia. El ruego fue aceptado, pero antes debió pasar por la Casa de Ejercicios a lavar sus culpas. Al poco tiempo de ser reincorporado, Castro Rodríguez obtuvo el nombramiento en la localidad de Azul, hacia donde se trasladó solo esperando la compañía.