La última protesta de 10.000 personas en el centro de la capital birmana ha acabado con decenas de detenidos. En otros incidentes hay, según las últimas informaciones, varios heridos y un niño muerto. Los birmanos que desafían al ejército cuentan, al menos, con la solidaridad internacional y esta revolución azafrán empieza a sentirse fuera de Birmania. Desde Japón o Tailandia hasta Nueva York, pasando por España. Birmanos exiliados y simpatizantes se han manifestado contra la represión de la Junta en Vitoria. Este clamor pretende también sonrojar a China. Influir precisamente sobre la Junta militar es la misión del enviado especial de la ONU, Ibrahim Gambari, que llega a Rangún para evitar otra masacre como la de 1988. Entonces aquella revolución, también de monjes, fue aplastada a costa de 3.000 vidas por un Ejército que tiene sumida a Birmania en una de las dictaduras más largas del planeta.
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