• hace 4 años
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Hola, me llamo Fiona. Tengo 19 años, y la vida de mi familia cambió por culpa de mi padre. Al final, tuve que testificar contra él en la corte... y, para ser honesta, no me arrepiento.

Mi padre siempre fue un gran hombre. Trató a mi madre como a una reina y pasó mucho tiempo conmigo y con mi hermano, Jeffrey. Siempre se enorgullecía de su trabajo, así que, cuando lo perdió, fue como si también hubiera perdido una gran parte de sí mismo. Empezó a beber mucho, y fue doloroso verlo así, pero se volvió aún peor cuando empezó a apostar todo nuestro dinero con la esperanza de ganar en grande. Todos tratamos de ayudarlo, especialmente mamá. Él nunca quiso que ella trabajara porque quería que disfrutara de la vida, pero se vio obligada a encontrar un trabajo. Papá nos hacía promesas todos los días, pero, claro, siempre las rompía y volvía directamente a la bebida y al juego.

Debido a esto, nos quedamos casi completamente en bancarrota y necesitábamos desesperadamente dinero. Así que mi padre hizo algo horrible: encontró a unos viejos amigos de la escuela que estaban involucrados en algunos... negocios turbios. No puedo decir qué eran exactamente, pero no hace falta decir que eran ilegales. Tan pronto como el dinero empezó a llegar, papá regresó a tener su vieja confianza, pero, por supuesto, mamá no estaba nada contenta con eso. Trató de hablar con él, pero papá no quiso escuchar porque pensó que era una buena solución a nuestros problemas.

Lo toleramos y, por supuesto, yo no sabía mucho al principio, pero todo cambió una vez que papá trató de hacer que Jeffrey fuera parte de eso. Verás, Jeffrey siempre admiró a papá. Él le enseñó todo lo que sabía y fue un gran amigo. Así que, por supuesto, cuando papá le pidió a Jeffrey que ayudara, él aceptó instantáneamente. Él simplemente no podía imaginar que papá pudiera hacer algo malo.

A menudo, papá o Jeffrey llegaban a casa increíblemente tarde, y la peor parte era que disfrutaban de lo que habían hecho. Todas esas tardes escuchaba cómo mamá sollozaba en silencio y apenas podía mirar a papá o a Jeffrey cuando llegaban a casa. Ella trataba de actuar como si todo fuera normal entre ellos, pero tenía una expresión facial enfermiza y preocupada todo el tiempo. Le rogaba a mi padre que se detuviera, porque, a estas alturas, ni siquiera intentaba encontrar un trabajo normal, pero siempre decía que to

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