Ella es Becky, y su historia es un poco vergonzosa, porque… Bueno… Su papá siempre ha sido un perdedor desde que ella lo conoce.
Becky siempre supo que en su familia ocurría algo inusual. Su mamá era el “hombre de la casa”. Estaba a cargo de todo, y su papá nunca discutía con ella. Además, ella era el sostén de la familia. En cambio, su padre nunca tuvo un trabajo normal de tiempo completo. Hacía todo tipo de trabajos raros, a menudo reparando autos. Al parecer, no ganaba mucho con eso, y su mamá se molestaba mucho con él por esa razón. Con el tiempo, sus críticas se volvieron insoportables hasta para Becky. Quizá te parezca que su madre era una especie de monstruo, pero Becky no la culpa: se esforzaba muchísimo para pagar las cuentas. Lo cierto es que no soportaba que regañara a su papá, así que a menudo se iba de casa y salía con sus amigos. En aquel entonces, Becky se veía diferente: cabello púrpura, ropa oscura, piercings.
Un día, mientras su mamá hostigaba a su papá como siempre, él se hartó, tomó sus pertenencias (que a decir verdad no eran tantas) y se fue de la casa. Al principio, creyeron que eventualmente regresaría. Pero el tiempo pasó, y él no aparecía. A Becky le daba pena, sabía que no podría arreglárselas solo. ¡Pero lo cierto es que ni siquiera lo intentó! Solicitó beneficios de desempleado y alquiló un pequeño departamento junto a la escuela de su hija. Ella se sentía terrible, sobre todo cuando veía a los padres de sus compañeros y sus vecinos con sus carreras, pasatiempos y aspiraciones. En cambio, su padre se sentaba en el sofá y miraba televisión día y noche. Parecía que lo había invadido una apatía total y que habría que ayudarlo. ¿Pero cómo?
Su mama también pasaba un mal momento, tenía que mantener a su pequeña familia por su cuenta. Becky decidió que tenía que ayudar y comenzó a buscar un trabajo de medio tiempo. Resultó que nadie quería contratar a una niña de secundaria de apariencia gótica. Probó en muchos lugares, pero todos la rechazaban. Estaba a punto de perder las esperanzas, cuando encontró una cafetería atareada no muy lejos de su casa. Sorprendentemente, el dueño no la miró como a una rara. Solo dijo que tendría que vestirse de manera más apropiada si quería el trabajo. Así que se tiñó el cabello de negro y cambió su ropa excéntrica por algo más clásico. ¡Estaba muy feliz de poder ayudar a su mamá!
Solía llevar el uniforme a la escuela para salir de clases y no llegar tarde a la cafetería. Comenzó como lavaplatos y ayudante en la cocina, así que al principio se pasaba la tarde lavando y trapeando, obviamente. Era aburrido, aunque también era lo que esperaba. Pero, en menos de un mes, la ascendieron a mesera. Desde entonces, las cosas son más divertidas. Siempre había clientes en la cafetería, por lo que siempre tenía algo que hacer. Y eso era genial, le encantaba la atmósfera del lugar. Además, su jefe era una pe
Becky siempre supo que en su familia ocurría algo inusual. Su mamá era el “hombre de la casa”. Estaba a cargo de todo, y su papá nunca discutía con ella. Además, ella era el sostén de la familia. En cambio, su padre nunca tuvo un trabajo normal de tiempo completo. Hacía todo tipo de trabajos raros, a menudo reparando autos. Al parecer, no ganaba mucho con eso, y su mamá se molestaba mucho con él por esa razón. Con el tiempo, sus críticas se volvieron insoportables hasta para Becky. Quizá te parezca que su madre era una especie de monstruo, pero Becky no la culpa: se esforzaba muchísimo para pagar las cuentas. Lo cierto es que no soportaba que regañara a su papá, así que a menudo se iba de casa y salía con sus amigos. En aquel entonces, Becky se veía diferente: cabello púrpura, ropa oscura, piercings.
Un día, mientras su mamá hostigaba a su papá como siempre, él se hartó, tomó sus pertenencias (que a decir verdad no eran tantas) y se fue de la casa. Al principio, creyeron que eventualmente regresaría. Pero el tiempo pasó, y él no aparecía. A Becky le daba pena, sabía que no podría arreglárselas solo. ¡Pero lo cierto es que ni siquiera lo intentó! Solicitó beneficios de desempleado y alquiló un pequeño departamento junto a la escuela de su hija. Ella se sentía terrible, sobre todo cuando veía a los padres de sus compañeros y sus vecinos con sus carreras, pasatiempos y aspiraciones. En cambio, su padre se sentaba en el sofá y miraba televisión día y noche. Parecía que lo había invadido una apatía total y que habría que ayudarlo. ¿Pero cómo?
Su mama también pasaba un mal momento, tenía que mantener a su pequeña familia por su cuenta. Becky decidió que tenía que ayudar y comenzó a buscar un trabajo de medio tiempo. Resultó que nadie quería contratar a una niña de secundaria de apariencia gótica. Probó en muchos lugares, pero todos la rechazaban. Estaba a punto de perder las esperanzas, cuando encontró una cafetería atareada no muy lejos de su casa. Sorprendentemente, el dueño no la miró como a una rara. Solo dijo que tendría que vestirse de manera más apropiada si quería el trabajo. Así que se tiñó el cabello de negro y cambió su ropa excéntrica por algo más clásico. ¡Estaba muy feliz de poder ayudar a su mamá!
Solía llevar el uniforme a la escuela para salir de clases y no llegar tarde a la cafetería. Comenzó como lavaplatos y ayudante en la cocina, así que al principio se pasaba la tarde lavando y trapeando, obviamente. Era aburrido, aunque también era lo que esperaba. Pero, en menos de un mes, la ascendieron a mesera. Desde entonces, las cosas son más divertidas. Siempre había clientes en la cafetería, por lo que siempre tenía algo que hacer. Y eso era genial, le encantaba la atmósfera del lugar. Además, su jefe era una pe
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