• hace 2 años
Alejandra Bedoya está segura que la luthería la eligió a ella antes de que ella misma decidiera que se quería a dedicar a construir instrumentos. Cuando era una estudiante de colegio tocaba el violín como afición, al mismo tiempo tomaba un curso de carpintería, un día le robaron el violín y tomó como reto construirse su propio instrumento, fue en ese momento que descubrió su amor por trabajar con paciencia y con sus propias manos,  para tratar de alcanzar la perfección en los sonidos de cada uno de los instrumentos de cuerda que ha creado desde entonces.  
Bedoya aprendió este oficio tan antiguo en el Instituto Antonio Stradivari en Cremona (Italia) gracias a algunas becas y patrocinios que consiguió en Colombia, se especializó en cuerdas flotantes (violín, viola, chelo y contrabajo). Reconoce lo complicado que ha sido ejercer su oficio en su país por la imposibilidad de conseguir los materiales, aún así ha decidido dedicar todos sus esfuerzos en trabajar con mujeres y ofrecerles la oportunidad de tener un instrumento propio que sea adecuado ergonómicamente para ellas, pues entiende las limitaciones a las que se enfrentan las músicas cuando se enfrentan a una oferta de instrumentos que no están pensados para ellas.

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