Madrid, 22 jul (efesalud.com). El doctor Carlos Macaya Miguel, jefe de Cardiología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, coge el toro por los cuernos de la cocaína para explicar en este vídeoblog la felicidad efímera y zaína que proporciona este famoso, esnob y letal polvo blanco, tanto a jóvenes espontáneos como a sus fieles seguidores, o los gravísimos daños orgánicos que puede causar una sola de sus cornadas a cualquier aficionado que salte al ruedo en este tipo de fiestas.
"La cocaína es una droga muy potente que estimula, sobre todo, el sistema cerebral y cardiovascular, generando una sensación de gran bienestar e incluso de brillantez intelectual; causa principal del aumento tan llamativo de su consumo, sobre todo en los últimos años, entre la población más joven de las sociedades avanzadas, como es el caso de España, Estados Unidos, Italia o el Reino Unido", dice.
Según los datos que aporta el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, tres de cada cien ciudadanos españoles consume cocaína de forma regular. Sus edades están comprendidas entre los 15 y los 64 años.
"Lo hacen en momentos de bajonazo; en situaciones donde necesitan aumentar su estimulación física y psicológica. Por ejemplo, cuando se requiere máxima capacidad intelectual en una reunión del consejo de administración de una empresa o se pretende seguir un ritmo inalcanzable de lucimiento personal en una fiesta vip o no tan vip", señala.
La cocaína, tiro a tiro, crea una potente drogadicción, muy severa, que condiciona por completo el sistema neuronal y cardiovascular; aunque no le van a la zaga los desenlaces psiquiátricos asociados, como la ansiedad, la depresión o el insomnio, o los problemas respiratorios.
"Sus efectos son muy perniciosos a nivel neurológico. La cocaína produce infartos cerebrales, ictus, normalmente con daños irreversibles. Tenemos muy buenos ejemplos en personas famosas que han sufrido sus consecuencias y lucen ese palmito de por vida", destaca.
Un estudio del Instituto de Investigación Sanitaria Germans Trias i Pujol de Badalona advirtió de que el número de personas de hasta 50 años de edad ingresadas por síndrome coronario agudo por toma de cocaína pasó en 2001 del 6,8% de los casos al 21,7% en el 2008.
A nivel cardiovascular, la inhalación de cocaína provoca una excitación cardíaca.
"Esta droga genera, instantáneamente, taquicardia, vasoconstricción -reducción del calibre de las arterias- y tensión arterial elevada. El corazón necesita, por tanto, un mayor nivel de riego sanguíneo, como también sucede en el cerebro, sin poder optar a conseguirlo", indica.
Es el momento de las Urgencias hospitalarias. De hecho, uno de cada cinco pacientes con infarto agudo de miocardio (IAM) es consumidor de cocaína. El riesgo de padecer infarto se multiplica por 24 durante la primera hora tras el consumo.
"Suelen ser gente joven y comienzan a llegar hacia las seis, siete, ocho o nueve de la mañana; al final de la fiesta. Reflejan dolor en el pecho, angina, o síntomas de infarto de miocardio", cuenta.
"Además, les cuesta mucho confesar su adicción a las drogas durante el interrogatorio en Urgencias, cuando los especialistas elaboran el imprescindible historial clínico -anamnesis-. No quieren admitir que son consumidores y menos aún que quede por escrito. Una realidad que hay que tener en cuenta", subraya el doctor Macaya.
El cardiólogo podría comentar centenares de casos, pero no olvida el estallido coronario de un joven por sobredosis de cocaína.
"Era un camello -traficante de droga a pequeña escala- que había llegado al aeropuerto de Madrid, procedente de Colombia, cargado de bolsitas de cocaína en el interior de su cuerpo. Durante el viaje las bolsitas se resquebrajaron. Al aterrizar ya llegó prácticamente muerto", relata.
"En la Sala de Hemodinámica del hospital le realizamos un cateterismo para comprobar su afectación cardiovascular -continúa-. Sus arterias coronarias, de gran calibre, se habían convertido en unos 'hilitos' vasculares. Falleció gracias a la cocaína".
En el Hospital Clinic de Barcelona han comprobado que alrededor de un 16% de los pacientes que acudieron a la Unidad de Dolor Torácico tomaban cocaína. La mayoría eran varones, uno de cada cuatro, con una edad media de 35 años.
El consumo de cocaína registra tasas del 5,5% entre los 15 y los 34 años de edad.
Cuando un cocainómano sufre un infarto, para más inri, no solo tendrá un peor pronóstico general, sino que tiene hasta siete u ocho veces más de probabilidades de morir que una persona sin ninguna drogadicción, un 8,3% frente a un 0,8%.
"La cocaína, cuando no te mata de un ictus o de un ataque al corazón, pasa, a medio y largo plazo, un tributo de efectos sistemáticos y perversos en el cerebro y en el sistema cardiovascular. Dependes totalmente de una dosis para parecer una persona", concluye el doctor Carlos Macaya, presidente de la Fundación Española del Corazón.
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"La cocaína es una droga muy potente que estimula, sobre todo, el sistema cerebral y cardiovascular, generando una sensación de gran bienestar e incluso de brillantez intelectual; causa principal del aumento tan llamativo de su consumo, sobre todo en los últimos años, entre la población más joven de las sociedades avanzadas, como es el caso de España, Estados Unidos, Italia o el Reino Unido", dice.
Según los datos que aporta el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, tres de cada cien ciudadanos españoles consume cocaína de forma regular. Sus edades están comprendidas entre los 15 y los 64 años.
"Lo hacen en momentos de bajonazo; en situaciones donde necesitan aumentar su estimulación física y psicológica. Por ejemplo, cuando se requiere máxima capacidad intelectual en una reunión del consejo de administración de una empresa o se pretende seguir un ritmo inalcanzable de lucimiento personal en una fiesta vip o no tan vip", señala.
La cocaína, tiro a tiro, crea una potente drogadicción, muy severa, que condiciona por completo el sistema neuronal y cardiovascular; aunque no le van a la zaga los desenlaces psiquiátricos asociados, como la ansiedad, la depresión o el insomnio, o los problemas respiratorios.
"Sus efectos son muy perniciosos a nivel neurológico. La cocaína produce infartos cerebrales, ictus, normalmente con daños irreversibles. Tenemos muy buenos ejemplos en personas famosas que han sufrido sus consecuencias y lucen ese palmito de por vida", destaca.
Un estudio del Instituto de Investigación Sanitaria Germans Trias i Pujol de Badalona advirtió de que el número de personas de hasta 50 años de edad ingresadas por síndrome coronario agudo por toma de cocaína pasó en 2001 del 6,8% de los casos al 21,7% en el 2008.
A nivel cardiovascular, la inhalación de cocaína provoca una excitación cardíaca.
"Esta droga genera, instantáneamente, taquicardia, vasoconstricción -reducción del calibre de las arterias- y tensión arterial elevada. El corazón necesita, por tanto, un mayor nivel de riego sanguíneo, como también sucede en el cerebro, sin poder optar a conseguirlo", indica.
Es el momento de las Urgencias hospitalarias. De hecho, uno de cada cinco pacientes con infarto agudo de miocardio (IAM) es consumidor de cocaína. El riesgo de padecer infarto se multiplica por 24 durante la primera hora tras el consumo.
"Suelen ser gente joven y comienzan a llegar hacia las seis, siete, ocho o nueve de la mañana; al final de la fiesta. Reflejan dolor en el pecho, angina, o síntomas de infarto de miocardio", cuenta.
"Además, les cuesta mucho confesar su adicción a las drogas durante el interrogatorio en Urgencias, cuando los especialistas elaboran el imprescindible historial clínico -anamnesis-. No quieren admitir que son consumidores y menos aún que quede por escrito. Una realidad que hay que tener en cuenta", subraya el doctor Macaya.
El cardiólogo podría comentar centenares de casos, pero no olvida el estallido coronario de un joven por sobredosis de cocaína.
"Era un camello -traficante de droga a pequeña escala- que había llegado al aeropuerto de Madrid, procedente de Colombia, cargado de bolsitas de cocaína en el interior de su cuerpo. Durante el viaje las bolsitas se resquebrajaron. Al aterrizar ya llegó prácticamente muerto", relata.
"En la Sala de Hemodinámica del hospital le realizamos un cateterismo para comprobar su afectación cardiovascular -continúa-. Sus arterias coronarias, de gran calibre, se habían convertido en unos 'hilitos' vasculares. Falleció gracias a la cocaína".
En el Hospital Clinic de Barcelona han comprobado que alrededor de un 16% de los pacientes que acudieron a la Unidad de Dolor Torácico tomaban cocaína. La mayoría eran varones, uno de cada cuatro, con una edad media de 35 años.
El consumo de cocaína registra tasas del 5,5% entre los 15 y los 34 años de edad.
Cuando un cocainómano sufre un infarto, para más inri, no solo tendrá un peor pronóstico general, sino que tiene hasta siete u ocho veces más de probabilidades de morir que una persona sin ninguna drogadicción, un 8,3% frente a un 0,8%.
"La cocaína, cuando no te mata de un ictus o de un ataque al corazón, pasa, a medio y largo plazo, un tributo de efectos sistemáticos y perversos en el cerebro y en el sistema cardiovascular. Dependes totalmente de una dosis para parecer una persona", concluye el doctor Carlos Macaya, presidente de la Fundación Española del Corazón.
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