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Este es Antonio, lo llamaron así por su abuelo. Él dice que es un honor, pero no cree que lo merezca. Es muy triste haberlo notado recién ahora y no tener la oportunidad de decírselo.
La familia de Antonio vive en una pequeña casa. Son cuatro personas: sus padres, su hermana y él. También tenía un abuelo, que era un viudo y vivía en otra parte. Ellos lo visitaban de vez en cuando, y él siempre estaba lleno de energía y optimista. Antonio era su nieto favorito, lo habían nombrado así por él y se parecían mucho. Cuando Antonio era un niño, él y su abuelo eran mejores amigos. Aprendía todo tipo de cosas con él, y salían a pasear durante largos ratos para “explorar el mundo”, como decía el abuelo. Básicamente, era el abuelo perfecto.
A medida que Antonio creció, comenzó a interesarse en otras cosas que no podía compartir con su abuelo: el skate, la música, nuevos amigos, todo eso. Un día, descubrió que hablar con él ya no le parecía tan interesante como antes. Bueno, eso es normal. Antonio ya no pasaba sus tardes con él, y solo lo visitaba una vez a la semana o cada dos semanas. Ni siquiera notaba que su abuelo estaba envejeciendo; a sus ojos, él era el mismo de siempre. Pero, en algún momento, ya no podía caminar bien, y su visión había empeorado mucho. Un día, sus padres le dijeron que el abuelo tenía problemas para cuidar de sí mismo, así que lo habían invitado a vivir con la familia.
Al abuelo no le gustaba mucho la idea. Decía que prefería ir a un asilo para ancianos y no molestar a nadie, pero el padre de Antonio insistió: para él siempre era mejor vivir en casa con la familia. Quizá tenía razón. El abuelo se mudó a la habitación que estaba junto a la de Antonio, y sus padres le pidieron que se ocupara de él, ya que eran muy buenos amigos. Por ejemplo, debía ayudarlo a bajar las escaleras o leerle. Nada muy complicado, ya que él podía cuidarse solo. Pero, para entonces, Antonio se había convertido en un adolescente, y la idea no le parecía tan agradable como le hubiera parecido años atrás.
El abuelo se quedaba callado en su cuarto todo el tiempo y no molestaba a nadie. A veces le pedía algo a Antonio o intentaba hablar con él, pero él estaba demasiado ocupado con sus cosas de adolescente, así que se irritaba frente a los pedidos. Verás, el abuelo de Antonio siempre intentaba hacer cosas. Una vez, tomó el teléfono roto de su nieto cuando él no estaba en casa e intentó repararlo. Obviamente, no tuvo éxito y lo rompió aún más, al punto de que se volvió irreparable. Se disculpó mucho, justificaba su error diciendo que no podía ver muy bien.
Al mismo tiempo, Antonio hacía todo lo que le pedía, desde ayudarlo hasta leerle, lo que le parecía la tarea más dura de todas. Un día, cuando tenía quince años, estaban solos en casa, y Antonio estaba bastante molesto por algo. El abuelo le pidió algo, pero Antonio respondió cortante y molesto. El abuelo respondió: “Está bien, no te molestaré más, me iré a mi cuarto a escuchar la radio. Pero siempre estaré para

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