Hola a todos, me llamo Steven, y sé cómo se siente tener un sueño y superar todas las dificultades posibles e imposibles que aparecen en el camino…
Mi pasión más grande es el espacio. Comenzó hace mucho tiempo, cuando recibí mi primer libro de astronomía por mi cumpleaños. Es como si todo me hubiera conducido al día en que estaba de pie frente al tablón de anuncios de la escuela, mirando una nota que decía: “Para niños de secundaria: Clase extra de ingeniería aeroespacial!”.
Siempre supe qué quería ser, un ingeniero aeroespacial. Y un lugar en esa clase sería la clave para mi sueño. Solo había un pequeño detalle en mi camino: era demasiado joven. Solo tenía 13 años, y todos los demás estudiantes tenían al menos 16. Pensé: “Mi hermano tiene tanta suerte de tener 16 años. Él podría tomar el examen. ¿Por qué no puedo cambiar de lugar con Sam?”. La idea se me ocurrió de inmediato.
El día del examen, entré a la clase y firmé la hoja con el nombre de “Sam Clark”. Nadie dudó de mí, ¿y sabes qué? Sam Clark obtuvo la calificación más alta. ¿Te imaginas la sorpresa de mi hermano cuando recibió una llamada diciendo que había ingresado a la clase?
Mi mamá no podía creer lo que había hecho. Mi papá parecía apoyarme un poco más, pero no mi hermano Sam. ¡Estaba furioso! Sam insistió en que fuera y confesara. Y así lo hice. Todo acabó en un escándalo: mis padres tuvieron que ir a la oficina del director.
Contra toda expectativa, decidieron que me darían la oportunidad de asistir a las clases de ingeniería aeroespacial. Llegué volando de la felicidad a esa puerta sagrada el día acordado. Estaba convencido de que lo peor había pasado, pero… nunca había estado tan equivocado.
Las clases eran muy duras, mucho más de lo que esperaba, y la profesora se comportaba como si yo no existiera. Parecía que todo el mundo buscaba marginarme. Así que, cuando llegó el día del ejercicio de práctica, me fue mal… ¡De hecho, me fue horrible! Encontré un lugar tranquilo en el patio de la escuela y me senté en un banco para estar solo y ahogarme en mi pena.
De pronto, oí una risa a mis espaldas. “Hola, cerebrito, estás teniendo un mal día, ¿cierto?”. Era Ángela, una chica de mi nueva clase. Estaba sonriendo y siendo amable conmigo.
Ángela se ofreció a ayudarme con mis estudios durante unas semanas. ¡Nos hicimos buenos amigos!
Todo iba de maravilla. Cada vez recibía menos miradas de desagrado de mis compañeros, logré obtener una calificación excelente para el proyecto que me había salido mal el primer día, y hasta participé en una competencia interestatal de matemática con otros cinco estudiantes de mi clase. Pero… por alguna razón, Ángela no formó parte del equipo, por más que parecía ser una de las mentes más brillantes de la clase.
Un sábado salí de compras al supermercado con mi familia. Estábamos pagando cuando vi a… ¿Ángela? Estaba guardando nuestr
Mi pasión más grande es el espacio. Comenzó hace mucho tiempo, cuando recibí mi primer libro de astronomía por mi cumpleaños. Es como si todo me hubiera conducido al día en que estaba de pie frente al tablón de anuncios de la escuela, mirando una nota que decía: “Para niños de secundaria: Clase extra de ingeniería aeroespacial!”.
Siempre supe qué quería ser, un ingeniero aeroespacial. Y un lugar en esa clase sería la clave para mi sueño. Solo había un pequeño detalle en mi camino: era demasiado joven. Solo tenía 13 años, y todos los demás estudiantes tenían al menos 16. Pensé: “Mi hermano tiene tanta suerte de tener 16 años. Él podría tomar el examen. ¿Por qué no puedo cambiar de lugar con Sam?”. La idea se me ocurrió de inmediato.
El día del examen, entré a la clase y firmé la hoja con el nombre de “Sam Clark”. Nadie dudó de mí, ¿y sabes qué? Sam Clark obtuvo la calificación más alta. ¿Te imaginas la sorpresa de mi hermano cuando recibió una llamada diciendo que había ingresado a la clase?
Mi mamá no podía creer lo que había hecho. Mi papá parecía apoyarme un poco más, pero no mi hermano Sam. ¡Estaba furioso! Sam insistió en que fuera y confesara. Y así lo hice. Todo acabó en un escándalo: mis padres tuvieron que ir a la oficina del director.
Contra toda expectativa, decidieron que me darían la oportunidad de asistir a las clases de ingeniería aeroespacial. Llegué volando de la felicidad a esa puerta sagrada el día acordado. Estaba convencido de que lo peor había pasado, pero… nunca había estado tan equivocado.
Las clases eran muy duras, mucho más de lo que esperaba, y la profesora se comportaba como si yo no existiera. Parecía que todo el mundo buscaba marginarme. Así que, cuando llegó el día del ejercicio de práctica, me fue mal… ¡De hecho, me fue horrible! Encontré un lugar tranquilo en el patio de la escuela y me senté en un banco para estar solo y ahogarme en mi pena.
De pronto, oí una risa a mis espaldas. “Hola, cerebrito, estás teniendo un mal día, ¿cierto?”. Era Ángela, una chica de mi nueva clase. Estaba sonriendo y siendo amable conmigo.
Ángela se ofreció a ayudarme con mis estudios durante unas semanas. ¡Nos hicimos buenos amigos!
Todo iba de maravilla. Cada vez recibía menos miradas de desagrado de mis compañeros, logré obtener una calificación excelente para el proyecto que me había salido mal el primer día, y hasta participé en una competencia interestatal de matemática con otros cinco estudiantes de mi clase. Pero… por alguna razón, Ángela no formó parte del equipo, por más que parecía ser una de las mentes más brillantes de la clase.
Un sábado salí de compras al supermercado con mi familia. Estábamos pagando cuando vi a… ¿Ángela? Estaba guardando nuestr
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