El 27 de abril de 2021 la desaparición de Anna y Olivia ponía en marcha una de las investigaciones criminales que más ha conmocionado y conmovido a toda la sociedad. La búsqueda desesperada de las niñas se centraba pronto en el mar, por donde el presunto parricida habría huido.
La localización de pistas en la profundidad del océano constituía, sin embargo, un reto complejo que no habría podido llevarse a cabo sin la ayuda del Buque Oceanográfico Ángeles Alvariño: un barco científico dotado con los medios técnicos más avanzados para el análisis de los fondos marinos que, por primera vez en España, se ponía al servicio de una investigación criminal.
Procedente de Vigo llegó a Tenerife el 29 de mayo. El día 30 comenzó las labores de rastreo, asistido con un sofisticado robot submarino, sondas y cámaras y una capacidad de maniobra de hasta 2000 metros de profundidad.
Las catorce personas que componían la tripulación, seis técnicos del robot, tres geólogas y dos técnicos italianos especialistas en la sonda de barrido lateral escudriñaron, incansables, el fondo del mar. Habitualmente dedicados a la investigación oceanográfica, dedicaron interminables horas de esfuerzo a la búsqueda de evidencias que ayudasen a dar respuestas a la madre de las niñas, y a una sociedad que seguía al detalle cada evolución de los trabajos. Un proceso de enorme dureza física y, sobre todo, emocional, que enfrentaron de forma excepcional.
El 7 de junio encuentran una botella de oxígeno y una funda nórdica en la zona donde estaba la lancha del presunto parricida. El 10 de junio localizan, en una bolsa, el cuerpo de la pequeña Olivia. La investigación consigue así el dato definitivo para dar respuesta a los fatídicos hechos.
El esfuerzo de la tripulación del Ángeles Alvariño, infatigable a pesar de las dificultades, buscando sin pausa en jornadas maratonianas, soportando el sufrimiento emocional y la presión social generada, sin ninguna preparación específica para ello ha sido un ejemplo de solidaridad y de empeño que ha merecido el aplauso de toda la sociedad y, por ello, el reconocimiento de La Fundación Diario de Avisos.
La localización de pistas en la profundidad del océano constituía, sin embargo, un reto complejo que no habría podido llevarse a cabo sin la ayuda del Buque Oceanográfico Ángeles Alvariño: un barco científico dotado con los medios técnicos más avanzados para el análisis de los fondos marinos que, por primera vez en España, se ponía al servicio de una investigación criminal.
Procedente de Vigo llegó a Tenerife el 29 de mayo. El día 30 comenzó las labores de rastreo, asistido con un sofisticado robot submarino, sondas y cámaras y una capacidad de maniobra de hasta 2000 metros de profundidad.
Las catorce personas que componían la tripulación, seis técnicos del robot, tres geólogas y dos técnicos italianos especialistas en la sonda de barrido lateral escudriñaron, incansables, el fondo del mar. Habitualmente dedicados a la investigación oceanográfica, dedicaron interminables horas de esfuerzo a la búsqueda de evidencias que ayudasen a dar respuestas a la madre de las niñas, y a una sociedad que seguía al detalle cada evolución de los trabajos. Un proceso de enorme dureza física y, sobre todo, emocional, que enfrentaron de forma excepcional.
El 7 de junio encuentran una botella de oxígeno y una funda nórdica en la zona donde estaba la lancha del presunto parricida. El 10 de junio localizan, en una bolsa, el cuerpo de la pequeña Olivia. La investigación consigue así el dato definitivo para dar respuesta a los fatídicos hechos.
El esfuerzo de la tripulación del Ángeles Alvariño, infatigable a pesar de las dificultades, buscando sin pausa en jornadas maratonianas, soportando el sufrimiento emocional y la presión social generada, sin ninguna preparación específica para ello ha sido un ejemplo de solidaridad y de empeño que ha merecido el aplauso de toda la sociedad y, por ello, el reconocimiento de La Fundación Diario de Avisos.
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