La mayoría absoluta de Juanma Moreno en Andalucía es el siniestro total de Pedro Sánchez.
Que los socialistas y la izquierda en general sean vapuleados, en lo que ha sido cuatro décadas su granero electoral inexpugnable, supone un giro histórico en la política española.
En la noche televisiva, los contritos presentadores y tertulianos de TVE, LaSexta y demás pesebres progres, intentaban defender la tesis de que la clave es el frenazo de VOX y que el PSOE no ha salido tan mal parado, pero bastaba ver los rictus de Ferreras y sus tertulianos o la cara de cólico nefrítico que se les puso a Fortes y compañía, para concluir que el batacazo ha sido antológico y que Frankenstein está moribundo
Se llevaba cociendo un tiempo, porque el abrazo con los proetarras y los apaños con los golpistas catalanes, sumados a la ineptitud y el sectarismo del Gobierno Sánchez en la gestión, hacían insostenible el proyecto.
El PSOE se dio primero una chufa en Galicia, donde les adelantó hasta el BNG, después en el País Vasco, superados por Bildu, más tarde llegó el revolcón de Madrid, donde han caído a tercera fuerza, pincharon en Castilla y León y ahora se la pegan en Andalucía.
Abrir las urnas tiene sus riesgos y uno es que pueden ponerse a votar los parados, los autónomos, las familias, los transportistas, las clases medias y los que se sienten muy españoles.
La próxima gran cita electoral a la vista, antes de las generales, son las autonómicas y municipales de mayo de 2023 y todo indica que la tendencia es imparable: se va a llevar la izquierda otro revolcón de aúpa.
A Sánchez y sus compinches ya no les ayudan a capear el temporal ni la momia de Franco, ni las alertas antifascistas, ni el miedo a que llegue VOX.
Por cierto: aunque el partido de Abascal haya sufrido un frenazo serio en Andalucía y resulte allí irrelevante de cara a la gobernabilidad de la región, no significa que no vaya a ser esencial para desalojar a la izquierda en ayuntamientos, comunidades autónomas y en la batalla por Las Moncloa.
Se percibe en esta España nuestra un creciente cabreo con Sánchez, pero el tipo es correoso y todavía dará guerra y muchos disgustos.
En cualquier caso, va camino del desguace y su esposa Begoña ya puede ir poniendo a la venta en Wallapop el colchón que compraron cuándo se metieron de okupas en La Moncloa.
Que los socialistas y la izquierda en general sean vapuleados, en lo que ha sido cuatro décadas su granero electoral inexpugnable, supone un giro histórico en la política española.
En la noche televisiva, los contritos presentadores y tertulianos de TVE, LaSexta y demás pesebres progres, intentaban defender la tesis de que la clave es el frenazo de VOX y que el PSOE no ha salido tan mal parado, pero bastaba ver los rictus de Ferreras y sus tertulianos o la cara de cólico nefrítico que se les puso a Fortes y compañía, para concluir que el batacazo ha sido antológico y que Frankenstein está moribundo
Se llevaba cociendo un tiempo, porque el abrazo con los proetarras y los apaños con los golpistas catalanes, sumados a la ineptitud y el sectarismo del Gobierno Sánchez en la gestión, hacían insostenible el proyecto.
El PSOE se dio primero una chufa en Galicia, donde les adelantó hasta el BNG, después en el País Vasco, superados por Bildu, más tarde llegó el revolcón de Madrid, donde han caído a tercera fuerza, pincharon en Castilla y León y ahora se la pegan en Andalucía.
Abrir las urnas tiene sus riesgos y uno es que pueden ponerse a votar los parados, los autónomos, las familias, los transportistas, las clases medias y los que se sienten muy españoles.
La próxima gran cita electoral a la vista, antes de las generales, son las autonómicas y municipales de mayo de 2023 y todo indica que la tendencia es imparable: se va a llevar la izquierda otro revolcón de aúpa.
A Sánchez y sus compinches ya no les ayudan a capear el temporal ni la momia de Franco, ni las alertas antifascistas, ni el miedo a que llegue VOX.
Por cierto: aunque el partido de Abascal haya sufrido un frenazo serio en Andalucía y resulte allí irrelevante de cara a la gobernabilidad de la región, no significa que no vaya a ser esencial para desalojar a la izquierda en ayuntamientos, comunidades autónomas y en la batalla por Las Moncloa.
Se percibe en esta España nuestra un creciente cabreo con Sánchez, pero el tipo es correoso y todavía dará guerra y muchos disgustos.
En cualquier caso, va camino del desguace y su esposa Begoña ya puede ir poniendo a la venta en Wallapop el colchón que compraron cuándo se metieron de okupas en La Moncloa.
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