Pedro Sánchez ha protagonizado incontables golpes en la mesa. Ha logrado dar la vuelta a un clima adverso para orientarlo a su favor. Cayó forzado por la aristocracia del PSOE y renació, ha superado baches cuando parecía desahuciado. Pero ahora descubrió su punto débil, humano: Begoña Gómez. Su mujer. La decisión de un juez de Madrid de abrir diligencias contra ella por presunto tráfico de influencias, a raíz de una endeble denuncia de Manos Limpias basada en noticias periodísticas —alguna de ellas demostrada falsa—, sin pruebas, el "ataque sin precedentes" de la "derecha y la ultraderecha", le hicieron adoptar una decisión insólita, sorprendente: lanzar una carta de cuatro páginas absolutamente personal, de su puño y letra, sin membrete de la Moncloa, a través de su cuenta en X, para dirigirse a la ciudadanía. Para hilar un relato amargo y emocional, para denunciar una "operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire" liderada por la derecha y la ultraderecha. Para anunciar a los españoles que necesita "parar" y "reflexionar" si dimite como presidente o si continúa al frente del Gobierno. "Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política", escribió. No tiene ningún "apego al cargo". Su agenda pública quedaba cancelada. El lunes comunicará qué camino toma.
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