• hace 7 meses
Teatro; puro teatro.
¿Se acuerdan ustedes del sainete que montaron hace seis años Pablo Iglesias e Irene Montero a propósito del chalet de Galapar?
Cuando organizaron lloroso un referéndum entre las bases podemitadas, para que el pueblo se pronunciase a favor de su traslado desde el piso VPP de Vallecas a la mansión serrana, con piscina, casita de invitados y garita de la GuardiaCivil?
Pues esto de Sánchez es casi lo mismo, en lo que a desfachatez y lagrimeo se refiere, aunque de más calado político.
El jefe del PSOE intenta tapar una investigación judicial contra él y su esposa, por corrupción y tráfico de influencias, desapareciendo cómicamente de escena cinco días y lanzando un comunicado infame, más propio de un ‘¡Alo Presidente!’ del chavista Maduro que de una democracia occidental.
Lo lógico, lo razonable, lo justo, lo obligado es que de explicaciones sobre el ‘Begoñagate’, pero en lugar de eso huye cariacontecido, incita a las masas progreso a respaldarle, se inventa una conspiración de la derecha y nos ataca a los escasos periodistas que no abrevamos en surtido pesebre de La Moncloa.
El amo de El País, cadena SER, RTVE, LaSexta, un rebaño de tertulianos de chicha y nabo y de una legión de medios online, a los que alimenta publicitariamente con nuestro dinero, clama contra lo que denomina ‘galaxia digital ultraderechista’.
¡Manda huevos!
Los periodistas administramos un derecho ajeno, el de la ciudadanía a estar informada.
Nuestra obligación no es dar masajes, como hacen los paniaguados de la ‘Brunete Pedrete’.
Nuestra deber es, entre otras cosas, contar aquello que los poderosos no quieren que se sepa, y esta claro que Sánchez nunca ha querido que los españoles estuvieran al tanto de los apaños de su mujer, de los enchufes con que engorda a sus amigos y de los boyantes negocios a la sombra del poder de su suegro o su hermano músico.
En cualquier caso, el vodevil de Sánchez no tiene que ver tanto con lo que publicamos y sabemos de esas trapacerías, sino con lo que él sabe y sobre todo con que el juez Peinado, a Quin no tengo el gusto de conocer, haya decidido tramitar la denuncia contra Begoña.
Lo de “soy un hombre profundamente enamorado de su mujer que vive impotente el fango que sobre ella esparcen día sí y día también” es para partirse la caja, casi tanto como eso de “nunca he tenido apego al cargo”.
Todo es una patochada bastante zafia, urdida para estimular la adhesión inquebrantable de las huestes ‘progres’ y seguir chupando del frasco.
Casi descartada la opción de que haya detrás una jugada siniestra para lanzar elecciones generales por sorpresa el próximo 21 de julio, les adelanto lo que pasará el lunes, cuando concluye el plazo.
Con cara de piliguis compungida, voz apenada y ojos húmedos, el marido de Begoña se presentara ante los medios y soltará que, tras unos días de profunda reflexión y tras agradecer el apoyo de millones de personas progresistas que le suplican que frene a la ultraderecha, sigue en el cargo por el bien de

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