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  • hace 3 días
inco años después de su primera entrevista con Magisterio, Pedro Huerta, secretario general de Escuelas Católicas, repasa los grandes desafíos de la educación católica en España: salud mental, identidad educativa, espiritualidad y nuevas tecnologías.

Pedro Huerta lleva desde 2020 al frente de Escuelas Católicas, una red que agrupa a cerca de 2.000 colegios, 85.000 docentes y 1,2 millones de alumnos. En la conversación, pone el foco sobre el impacto duradero de la pandemia en los jóvenes: “Aunque para mucha gente pueda parecer algo melancólico, realmente ha dejado muchas heridas”, afirma.

“Estamos todavía, digamos, somos herederos de todas esas situaciones que generó no solo el confinamiento, sino también la falta de explicación a lo que estaba pasando”, señala. En su diagnóstico, el daño emocional no afecta solo a los alumnos, sino a toda la comunidad educativa: “Me preocupan también mucho las situaciones de los docentes y las familias. Si ellos no están en condiciones de acompañar, esto se complica bastante más”.

La solución, asegura, pasa por “un cuidado integral” que alcance a todos los actores: “No es solo lineal hacia el alumno”.

“Hay que visibilizar la dimensión espiritual”
En un momento en el que la secularización crece, Pedro Huerta insiste en que la identidad católica no puede quedar diluida. Pero también rechaza el exclusivismo religioso: “El perfil del educador en una escuela de ideario católico no es ser católico, apostólico, romano, practicante”, afirma tajante. Lo mismo ocurre con el alumnado.

“El Papa Francisco lo dice muchas veces: la escuela católica no es una escuela para católicos, es una escuela para el mundo”, recuerda Huerta. Esa apertura, sin embargo, no implica perder el rumbo: “La identidad no puede estar disimulada, disuelta o camuflada”.

Para él, el desafío consiste en “no entrar en un conflicto de identidades”, sino en “evangelizar con lo que tenemos y desde lo que tenemos”. Y define la evangelización no como catequesis, sino como “crear espacios de justicia, de encuentro, de cuidado, de calidad en las relaciones humanas”.

Insiste, además, en que la espiritualidad no puede quedar relegada a la pastoral: “Es indispensable visibilizar, cuidar, acompañar esa dimensión trascendental que nos hace al menos intentar encontrar un sentido a la existencia”.

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