Hoy, en este ‘sin parar’ que es la corrupción del PSOE, entra en escena un cuñado de Patxi López, que por lo visto actúo de ‘eslabón’ en las compras de mascarillas chungas a la trama de Koldo y secuaces, pero no es el tal Melchor Gil el objeto de nuestros desvelos.
La protagonista, la estrella, de nuestro sermón es Begoña Gómez, 49 años, bilbaína de nacimiemto, leonesa de adopción, madre de dos hijas y perejil de todas las salsas.
Con una vaga licenciatura en ‘marketing no oficial’, la señora Gómez fue fichada como directora del IE Africa Center, a los dos meses de que su marido, agarrado de la mano de proetarras y golpistas, se metiera en La Moncloa merced a una artera moción de censura contra Rajoy.
Y dos años después, quizá porque su cónyuge era presidente del Gobierno, la muy publica Universidad Complutense la colocó como directora de la Cátedra extraordinaria de Transformación Social Competitiva.
¡Manda pelotas!
En cualquier caso, esos grotescos galardones académicos, que a quien deberían abochornar es al Instituto de Empresa o a la Complutense, no son material penal.
Como tampoco lo son las ‘saunas cachondas’ de la familia, los viajes en Falcón travestida de ‘Primera Dama’ o las repetidas pifias en actos oficiales, cuando ella y él se colocaban durante el besamanos en el puesto reservado a los Reyes y tenía que acudir raudo algún funcionario de protocolo a llevársel.
Lo que nos ocupa hoy es mucho más serio.
A los progres de plantilla, Cadena SER, RTVE, LaSexta, El País y periodistas del pesebre les parecerá ‘normal’ que empresarios, más o menos pintorescos y con frecuencia amigos también de Koldo, se acercaran a ella para proponerle ‘negocietes’.
Más allá de que la mujer del presidente del Gobierno actuara de ‘mediadora’ -algo que deberán dirimir los tribunales-, queda claro que Sánchez estaba al tanto de lo que hacía Begoña.
Es imposible que no supiera con qué personajes se reunía, cuales patrocinaban sus eventos y cuantas de esas empresas eran después premiadas con ayudas, rescates o subvenciones en el Consejo de Ministros.
Sin que él se abstuviera o inhibiera a la hora de analizar el asunto y aprobar los millones.
Esto es muy grave para zanjarlo diciendo que hay que tener ‘mala baba’ para meter a la esposa del jefe del PSOE en el baile y que todos esos encuentros con empresarios y conseguidores fueron fruto de la casualidad; coincidencias temporales en ferias y congresos.
No voy a citar el antecedente de Urdangarín, a quien el Tribunal Supremo endiñó seis años de cárcel por utilizar su condición de yerno real para facilitarse sustanciosos contratos con comunidades autónomas, pero es imposible no acordarse del paisano.
Basta analizar la figura de Begoña Gómez y su peripecia, académica, protocolaria y empresarial, para entender a la perfección el ‘modus operandi’ de la ‘Trama Koldo’ y la prodigalidad con la que Armengol, Marlaska, Torres, Illa y camaradas socialistas entregaban dinero público a la ‘Mafia de la Mascarilla Averiada’.
La protagonista, la estrella, de nuestro sermón es Begoña Gómez, 49 años, bilbaína de nacimiemto, leonesa de adopción, madre de dos hijas y perejil de todas las salsas.
Con una vaga licenciatura en ‘marketing no oficial’, la señora Gómez fue fichada como directora del IE Africa Center, a los dos meses de que su marido, agarrado de la mano de proetarras y golpistas, se metiera en La Moncloa merced a una artera moción de censura contra Rajoy.
Y dos años después, quizá porque su cónyuge era presidente del Gobierno, la muy publica Universidad Complutense la colocó como directora de la Cátedra extraordinaria de Transformación Social Competitiva.
¡Manda pelotas!
En cualquier caso, esos grotescos galardones académicos, que a quien deberían abochornar es al Instituto de Empresa o a la Complutense, no son material penal.
Como tampoco lo son las ‘saunas cachondas’ de la familia, los viajes en Falcón travestida de ‘Primera Dama’ o las repetidas pifias en actos oficiales, cuando ella y él se colocaban durante el besamanos en el puesto reservado a los Reyes y tenía que acudir raudo algún funcionario de protocolo a llevársel.
Lo que nos ocupa hoy es mucho más serio.
A los progres de plantilla, Cadena SER, RTVE, LaSexta, El País y periodistas del pesebre les parecerá ‘normal’ que empresarios, más o menos pintorescos y con frecuencia amigos también de Koldo, se acercaran a ella para proponerle ‘negocietes’.
Más allá de que la mujer del presidente del Gobierno actuara de ‘mediadora’ -algo que deberán dirimir los tribunales-, queda claro que Sánchez estaba al tanto de lo que hacía Begoña.
Es imposible que no supiera con qué personajes se reunía, cuales patrocinaban sus eventos y cuantas de esas empresas eran después premiadas con ayudas, rescates o subvenciones en el Consejo de Ministros.
Sin que él se abstuviera o inhibiera a la hora de analizar el asunto y aprobar los millones.
Esto es muy grave para zanjarlo diciendo que hay que tener ‘mala baba’ para meter a la esposa del jefe del PSOE en el baile y que todos esos encuentros con empresarios y conseguidores fueron fruto de la casualidad; coincidencias temporales en ferias y congresos.
No voy a citar el antecedente de Urdangarín, a quien el Tribunal Supremo endiñó seis años de cárcel por utilizar su condición de yerno real para facilitarse sustanciosos contratos con comunidades autónomas, pero es imposible no acordarse del paisano.
Basta analizar la figura de Begoña Gómez y su peripecia, académica, protocolaria y empresarial, para entender a la perfección el ‘modus operandi’ de la ‘Trama Koldo’ y la prodigalidad con la que Armengol, Marlaska, Torres, Illa y camaradas socialistas entregaban dinero público a la ‘Mafia de la Mascarilla Averiada’.
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