Sánchez pasará a la Historia, pero no por lo que él sueña, sino porque tras salir por la puerta de atrás de La Moncloa, entrará por la de delante en un juzgado.
Es esencial hacer hincapié en el detalle y que esta banda de facinerosos, que manipula el Código Penal, vulnera la Constitución y mete la mano en la caja pública, asuma que su peripecia no terminará con un puesto rimbombante en el Ibex 35 o forrándose como comisionista al estilo Zapatero, Bono o Pepiño Blanco, sino en el banquillo de los acusados.
En una democracia, quienes rinden cuentas son el Gobierno y los políticos. En las dictaduras, rinden cuentas los medios de comunicación y los periodistas.
Sin prensa controlando a los poderosos y ejerciendo de conciencia crítica de quienes mandan, es imposible que funcione un sistema de derechos y libertades.
Desde la llegada del marido de Begoña a la presidencia, de la mano de proetarras vascos y golpistas catalanes, en España es duro y hasta arriesgado ejercer con dignidad esta apasionante, divertida y desventurada profesión a la que me dedico desde hace medio siglo.
Desde junio de 2018, la pública RTVE es un apéndice de Gobierno Frankenstein, donde prosperan sicarios como Fortes o Intxaurrondo, a los que el régimen premia con sueldos opíparos que pagamos todos.
En las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros y en todas las que montan, en el Congreso o el Senado, el PSOE y sus socios, jamás se deja preguntar a un reportero que no sea adicto al régimen.
Sánchez ha colocado como presidente de la agencia estatal EFE a quien fue su Director de Comunicación y ha copado la cúpula de todas las instituciones públicas con amigos, colegas y camaradas de partido.
Y como, a pesar de eso, es incapaz de evitar que cada día afloren nuevos detalles sobre la tentacular corrupción del PSOE, los apaños de mujer, las sinvergonzonerías de su hermano y las prebendas de su parentela, anuncia colérico que este verano legislará contra los que nos resistimos a cerrar la boca.
Desde la misma tribuna de la Camara de Diputados, para tranquilizar al atolondrado Rufián, ha anunciado leyes para someter a los jueces y a los medios que optemos por no autocensurarnos.
¿Y cuál han sido la reacción de los dos gremios amenazados?
La de los jueces ha sido ejemplar. En una exhibición de dignidad han dejado ya claro que no se plegarán.
La de los periodistas y me refiero específicamente a las Asociaciones, Sindicatos y grandes prebostes, da vergüenza ajena, porque hasta aplauden la inminente implantación de la censura.
Alguna gran empresa, con la que ya habíamos llegado a un acuerdo publicitario, se ha asustado ante el aviso de que el Gobierno Sánchez no verá con buenos ojos a aquellos que inserten publicidad en medios que revelan chapuzas de Begoña y compañía, y de repente no encuentran el contrato que pactaron con nosotros o no tienen fechas para firmarlo, pero nos da igual.
Resistiremos y es más… ¡ganaremos!
Es esencial hacer hincapié en el detalle y que esta banda de facinerosos, que manipula el Código Penal, vulnera la Constitución y mete la mano en la caja pública, asuma que su peripecia no terminará con un puesto rimbombante en el Ibex 35 o forrándose como comisionista al estilo Zapatero, Bono o Pepiño Blanco, sino en el banquillo de los acusados.
En una democracia, quienes rinden cuentas son el Gobierno y los políticos. En las dictaduras, rinden cuentas los medios de comunicación y los periodistas.
Sin prensa controlando a los poderosos y ejerciendo de conciencia crítica de quienes mandan, es imposible que funcione un sistema de derechos y libertades.
Desde la llegada del marido de Begoña a la presidencia, de la mano de proetarras vascos y golpistas catalanes, en España es duro y hasta arriesgado ejercer con dignidad esta apasionante, divertida y desventurada profesión a la que me dedico desde hace medio siglo.
Desde junio de 2018, la pública RTVE es un apéndice de Gobierno Frankenstein, donde prosperan sicarios como Fortes o Intxaurrondo, a los que el régimen premia con sueldos opíparos que pagamos todos.
En las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros y en todas las que montan, en el Congreso o el Senado, el PSOE y sus socios, jamás se deja preguntar a un reportero que no sea adicto al régimen.
Sánchez ha colocado como presidente de la agencia estatal EFE a quien fue su Director de Comunicación y ha copado la cúpula de todas las instituciones públicas con amigos, colegas y camaradas de partido.
Y como, a pesar de eso, es incapaz de evitar que cada día afloren nuevos detalles sobre la tentacular corrupción del PSOE, los apaños de mujer, las sinvergonzonerías de su hermano y las prebendas de su parentela, anuncia colérico que este verano legislará contra los que nos resistimos a cerrar la boca.
Desde la misma tribuna de la Camara de Diputados, para tranquilizar al atolondrado Rufián, ha anunciado leyes para someter a los jueces y a los medios que optemos por no autocensurarnos.
¿Y cuál han sido la reacción de los dos gremios amenazados?
La de los jueces ha sido ejemplar. En una exhibición de dignidad han dejado ya claro que no se plegarán.
La de los periodistas y me refiero específicamente a las Asociaciones, Sindicatos y grandes prebostes, da vergüenza ajena, porque hasta aplauden la inminente implantación de la censura.
Alguna gran empresa, con la que ya habíamos llegado a un acuerdo publicitario, se ha asustado ante el aviso de que el Gobierno Sánchez no verá con buenos ojos a aquellos que inserten publicidad en medios que revelan chapuzas de Begoña y compañía, y de repente no encuentran el contrato que pactaron con nosotros o no tienen fechas para firmarlo, pero nos da igual.
Resistiremos y es más… ¡ganaremos!
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