A la deriva - Horacio Quiroga

  • hace 2 meses
"A la deriva" es un cuento de Horacio Quiroga que narra la historia de Paulino, un hombre que es mordido por una serpiente venenosa en la selva. En un intento desesperado por sobrevivir, Paulino se embarca en una canoa para buscar ayuda. A medida que avanza, los efectos del veneno empeoran, y Paulino lucha contra la agonía y la alucinación. La historia culmina de manera trágica cuando Paulino finalmente sucumbe al veneno, subrayando la implacable lucha del hombre contra la naturaleza.
Transcript
00:00A la deriva Horacio Quiroga. El hombre pisó algo blanduzco y enseguida sintió
00:07la mordedura en el pie. Saltó adelante y al volverse con un juramento vio una
00:11yararacuzú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque. El hombre echó una
00:17veloz ojeada a su pie donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente y
00:22sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza y hundió más la cabeza en
00:28el centro mismo de su espiral pero el machete cayó de lomo dislocándole las
00:33vértebras. El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre y
00:38durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violeta
00:44y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con
00:49su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho. El dolor en el pie aumentaba
00:55con sensación de tirante abultamiento y de pronto el hombre sintió dos o tres
01:00fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta
01:05la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad. Una metálica
01:10sequedad de garganta seguida de sed quemante le arrancó un nuevo juramento.
01:15Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los
01:21dos puntitos violetas desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie
01:25entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder de tensa. El hombre quiso
01:32llamar a su mujer y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La
01:38sed lo devoraba. —¡Dorotea! —alcanzó a lanzar en un estertor. —¡Dame caña!
01:45Su mujer corrió con un vaso lleno que el hombre sorbió en tres tragos, pero no
01:50había sentido gusto alguno. —¡Te pedí caña, no agua! —rugió de nuevo. —¡Dame caña!
01:57—¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer espantada. —¡No, me diste agua!
02:03¡Quiero caña, te digo! La mujer corrió otra vez, volviendo con la dama Juana. El
02:10hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
02:15—Bueno, esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso.
02:22Sobre la honda ligadura del pañuelo la carne desbordaba como una monstruosa morcilla. Los
02:28dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La
02:34atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más aumentaba a la par. Cuando pretendió
02:40incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda
02:45de palo. Pero el hombre no quería morir y descendiendo hasta la costa subió a su canoa.
02:50Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río,
02:57que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Takurupukú.
03:02El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río. Pero allí sus manos
03:10dormidas dejaron caer la pala en la canoa y tras un nuevo vómito, de sangre esta vez, dirigió una
03:16mirada al sol que ya trasponía el monte. La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme
03:23y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo.
03:29El bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El
03:36hombre pensó que no podría jamás llegar el solo a Takurupukú y se decidió a pedir ayuda a su
03:41compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados. La corriente del río se
03:46precipitaba ahora hacia la costa brasileña y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por
03:53la picada en cuesta arriba, pero a los 20 metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
03:59—¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo y prestó oído en vano. —Compadre Alves,
04:05no me niegue este favor —clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo.
04:09En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa
04:16y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva. El Paraná corre allí,
04:22en el fondo de una inmensa olla, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el
04:28río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto asciende el bosque, negro también.
04:35Adelante, a los costados, detrás, siempre la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río
04:42arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo y reina en
04:50él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una
04:57majestad única. El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa,
05:03tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza. Se
05:10sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía y su pecho, libre ya, se abría en lenta
05:18inspiración. El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía
05:25fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que
05:32antes de tres horas estaría en Takurupukú. El bienestar avanzaba y con él una somnolencia llena
05:39de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona
05:46en Takurupukú? ¿Acaso viera también a su expatrón, Mr. Dougal, y al recibidor del obraje? ¿Llegaría
05:54pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado
06:01también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura
06:08crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy
06:15alto y en silencio hacia el Paraguay. Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente,
06:22girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se
06:27sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su
06:32expatrón Dougal. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? ¿Acaso? ¿Ocho meses y
06:43medio? Eso sí, seguramente. De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y la
06:51respiración... Al recibidor de maderas de Mr. Dougal, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en
06:58Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves. El hombre estiró lentamente los dedos de
07:06la mano. Un jueves. Y cesó de respirar.

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