Resulta indecente el trato que los medios de comunicación en general y el Gobierno Frankenstein en particular, dispensan a los agricultores españoles.
Mucho más hostil, descalificado y duro del que esa patulea, que ignora que la leche no brota en las estanterías de los supermercados sino de las ubres de unas vacas ordeñadas a las 5 de la mañana, aplica a los terroristas del ‘Tsunami’ y a los violentos de la kale borroka.
Marlaska ha dado orden a la Policía Nacional y a la Guardia Civil de indentificar a los ‘indignados’ y multar a mansalva, algo que me parece hasta anticonstitucional, porque vulnera ese Artículo 21, donde se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas y se especifica que su ejercicio no necesita autorización previa.
¡Tiene huevos!
Los mismos que se amilanan ante la brutalidad de los CDR y disculpan que los golpistas catalanes asaltasen el Aeropuerto de Barcelona, lanzan como perros a los agentes antidisturbios contra unos españoles de bien, que sólo reivindican libertad, igualdad y su derecho a ganarse la vida, arando la tierra, cultivando tomates, plantando sandías o pastoreando rebaños.
Es imposible que los ‘progres’ lo entiendan, pero la mayor parte de los residentes en los agonizantes pueblos españoles no serán diseñadores gráficos con gafas de pasta y ejecutivos de start ups teletrabajando, sino la familias de esos tipos de manos encallecidas y piel curtida como el cuero, que a estas horas inundan las carreteras con sus tractores, empeñados en llegar hasta La Moncloa.
No es de recibo pasarse la mitad del año lamentando el drama de la ‘España vaciada’ y la otra mitad arruinando con trabas burocráticas, importaciones suicidas, prohibiciones alocadas, ocurrencias ecolojetas y Agendas 2030 a nuestros agricultores, ganaderos, pescadores y pequeños transportistas.
Estoy casi harto de denunciar desde aquí el doble rasero, pero que se trata a la gente del campo como delincuentes no tiene un pase.
Hay quien asegura que los líderes de CCOO y UGT permanecen silentes, porque tienen la boca llena de gambas, pero no es cierto.
No se si han escuchado al secretario general de CCOO, un tal Unai Sordo que tiene un sueldo 55.800 euros más gastos, decir que quienes se manifiestan no son trabajadores, sino empresarios del campo, porque son autónomos.
O a los periodistas adictos al régimen y amarrados al ‘pesebre monclovita’ pontificar en las tertulias que los de los tractores hacen el juego a VOX.
En la ‘fachosfera’ - esa gracieta que se inventó Pablo Iglesias cuando aún era alguien y que ahora repite Pedro Sánchez para demonizar a quien no le aplaude- estamos a reventar.
Están los jueces, los fiscales del Supremo, los que consideran una ordinariez la canción ‘Zorra’, los escasos periodistas que en lugar de masajear preguntan a los políticos por sus sucios apaños y hasta los sufridos trabajadores del campo español.
Somos un montón; un contingente probablemente más nutrido, que el de los gilipollas y paniaguados que le bailan el agua a
Mucho más hostil, descalificado y duro del que esa patulea, que ignora que la leche no brota en las estanterías de los supermercados sino de las ubres de unas vacas ordeñadas a las 5 de la mañana, aplica a los terroristas del ‘Tsunami’ y a los violentos de la kale borroka.
Marlaska ha dado orden a la Policía Nacional y a la Guardia Civil de indentificar a los ‘indignados’ y multar a mansalva, algo que me parece hasta anticonstitucional, porque vulnera ese Artículo 21, donde se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas y se especifica que su ejercicio no necesita autorización previa.
¡Tiene huevos!
Los mismos que se amilanan ante la brutalidad de los CDR y disculpan que los golpistas catalanes asaltasen el Aeropuerto de Barcelona, lanzan como perros a los agentes antidisturbios contra unos españoles de bien, que sólo reivindican libertad, igualdad y su derecho a ganarse la vida, arando la tierra, cultivando tomates, plantando sandías o pastoreando rebaños.
Es imposible que los ‘progres’ lo entiendan, pero la mayor parte de los residentes en los agonizantes pueblos españoles no serán diseñadores gráficos con gafas de pasta y ejecutivos de start ups teletrabajando, sino la familias de esos tipos de manos encallecidas y piel curtida como el cuero, que a estas horas inundan las carreteras con sus tractores, empeñados en llegar hasta La Moncloa.
No es de recibo pasarse la mitad del año lamentando el drama de la ‘España vaciada’ y la otra mitad arruinando con trabas burocráticas, importaciones suicidas, prohibiciones alocadas, ocurrencias ecolojetas y Agendas 2030 a nuestros agricultores, ganaderos, pescadores y pequeños transportistas.
Estoy casi harto de denunciar desde aquí el doble rasero, pero que se trata a la gente del campo como delincuentes no tiene un pase.
Hay quien asegura que los líderes de CCOO y UGT permanecen silentes, porque tienen la boca llena de gambas, pero no es cierto.
No se si han escuchado al secretario general de CCOO, un tal Unai Sordo que tiene un sueldo 55.800 euros más gastos, decir que quienes se manifiestan no son trabajadores, sino empresarios del campo, porque son autónomos.
O a los periodistas adictos al régimen y amarrados al ‘pesebre monclovita’ pontificar en las tertulias que los de los tractores hacen el juego a VOX.
En la ‘fachosfera’ - esa gracieta que se inventó Pablo Iglesias cuando aún era alguien y que ahora repite Pedro Sánchez para demonizar a quien no le aplaude- estamos a reventar.
Están los jueces, los fiscales del Supremo, los que consideran una ordinariez la canción ‘Zorra’, los escasos periodistas que en lugar de masajear preguntan a los políticos por sus sucios apaños y hasta los sufridos trabajadores del campo español.
Somos un montón; un contingente probablemente más nutrido, que el de los gilipollas y paniaguados que le bailan el agua a
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